miércoles, 11 de febrero de 2009

Disfraces

Salsera: El Carnaval de mi ciudad se recuperó en 1981 -después de la prohibición del franquismo-y creo que fue ese año el primero en que me disfracé. Mi madre me hizo un traje de salsera, una camisa con volantes en las mangas y unos pantaloncitos piratas. Me peinó con trencitas por todo el pelo. Lo pasé fatal. La calle hervía de gente, había ganas de Carnaval, pero yo iba refunfuñando todo el rato. Iba con mis padres. Tenía 14 años y yo lo que quería era salir con amigas. Tengo una foto posando en casa, con cara de pazguata y con ganas de quitarme el tipo.

Años 20: Al año siguiente quedé con mi amiga MM. que también era pavilla como yo. Ella se vistió de zíngara y yo de años 20, con un vestido precioso color salmón y un collar largo que me prestó mi madre. Salimos solo por la mañana. Creo que solo dimos unas cuantas vueltas y nos aburrimos de lo lindo, o quizás no porque yo me veía requeteguapa y eso para mi ya es suficiente para estar contenta.

De Don Juan Tenorio: Una de las ideas de mi madre que yo acepté encantada. El disfraz era una maravilla, con jubón, calzones, medias y capita. Gorrito con una pluma muy sexy. Lo malo es que me pinté bigotito y perilla y eso ya no me molaba. No sé por qué no me lo quité en la noche, lo fácil que hubiera sido. Me cortó el rollo, el bigotito, me veía ridícula. Ese año sí salí de noche, con mis amigas AB. y ES. Solo recuerdo que hacía un frío pelón y que ES, disfrazada de demonia, iba tiritando todo el tiempo.

Chica del Can-can: El vestido mas bonito de la época del Instituto, el año de COU-nocturno. Le dije a mi madre que quería ir rabiosamente guapa y ella me hizo una preciosidad rosa fuerte, falda de mucho vuelo, calzones y medias negras. Fue la bomba porque aquel era mi primer año jipi y siempre iba a clase hecha un desastre. Una compañera -gilipollas- decía que me quitara el bigote -la pelusilla, leñe- que parecía un tío. Me depilé, claro que si y estaba tela de guapa.

Aquel disfraz fue el último del Instituto. El objetivo era impresionar a Juan Carlos, un compañero por el que andaba medio tonta y que no me hacía caso. Cuando lo encontré él ya llevaba una buena moña encima, pero aún así me dijo que estaba guapa. Suficiente, corazón. O no.

Esa noche salí en pandilla, la pandilla de los jipis-punkies de mi pueblo. AB iba de bufón. Mi Pako con k no iba disfrazado, para variar. El resto, ni me acuerdo. Me empezaba a gustar mi Pako con k. A él le gustaba mi amiga AB, prefería su disfraz de bufón aunque yo iba más guapa. Debería haber parado ahí, yo, y no haber hecho la gili tantos años después.

Lo último que recuerdo de esa noche -en la que me mantuve sobria pero medianamente eufórica de belleza y femineidad- fue a Pako mirando con ojillos vidriosos de porros a AB, que pasaba de él. Yo me martirizaba pensando lo mal que está repartido el mundo y los amores. Y también recuerdo a mi amiga ES diciéndome que no le echara el humo a la cara a los tíos, que significaba que quería rollo. Yo no lo sabía -ya digo, medio lela- pero rollo... rollo estaba deseando tenerlo.

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