martes, 10 de febrero de 2009

Mis problemas con las mujeres

Hace unos días le estuve contando a E. cosas sobre mi amiga Ana, mi amiga de la Facultad. Le confesé que tuve, en alguna ocasión, una fuerte atracción sexual hacia ella. No era siempre, algunas noches, una tarde de confidencias en mi cuarto, otra tarde de confidencias frente al mar. Nunca le dije nada, fue un deseo que no me agobió y que me pareció curioso experimentar. Ella era una valquiria de piel morena. Era extremadamente sensual.

He fantaseado sexualmente con otras mujeres, muy pocas. En general eran mujeres del estilo de Ana, independientes, muy libres y poco convencionales. Así me gustan las mujeres. Creo que no sería capaz de mantener una relación estable con ninguna.

Veo poco a mis amigas, las amigas de siempre, -que nunca me han atraido sexualmente-. Quizás es un motivo por el que el lazo que nos une se mantiene fuerte. No es que defienda que la amistad se mantiene por verse poco. Lo que quiero decir es que ser amiga, mantener a las amigas no requiere estar todo el día pendientes unas de otras. Sólo estar ahí y cuando nos encontramos no cuestionarnos ni juzgarnos. Cuando he sentido algún tipo de presión por parte de alguien, he salido huyendo.

Recuerdo una pandilla que tuve en los últimos años de carrera. Quedábamos para estudiar, para cenar, para salir de marcha, para pasar fines de semana en el campo, para viajar... Y si no quedaba con ellos, me asediaban a preguntas, me miraban raro. Salí por patas de aquel grupo, a pesar de que eran divertidos, buenas personas. Pero agobiantes.

Así que soy una puñetera tía rara y antisocial. Aunque en realidad ese no es el motivo por el que no me haya acostado con ninguna mujer, o con Ana, en aquella época. En realidad me da un corte espantoso. Con los hombres puedo ser más chula que un ocho. Con las mujeres siento una absoluta y desasosegante inseguridad.

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