lunes, 23 de febrero de 2009

Fiestas en verano

Leía esta mañana el blog de desconvencida -le soy fiel, tiene un gusto exquisito- y recordé las fiestas de verano. Las de adolescente. Fue un tiempo en que nos dio por hacer fiestas. Mis amigas, yo, estábamos loquitas por ligar, ligar, chicos, chicos. Ibamos de pandillita en pandillita. Hacíamos fiestas para bailar lento, enamorarnos, tontear, pavonearnos.

Yo era megatímida, tímida a rabiar, un horror y además no me veía guapa. Tenía dieciseis, diecisiete años. Llevaba el pelo corto y a veces parecía un chavalín. Me ponía ropa demasiado infantil. Me moría por tener novio pero con aquella pinta, los espantaba. Pero planeaba fiestas y tenía un ánimo invencible.

La mejor fiesta me la dieron AB y ES por sorpresa. Tenía diecisiete años y en otoño me iba a estudiar a Sevilla, me iba de casa de mis padres a vivir con una familia amiga. Mis amigas me hicieron una fiesta de despedida e invitaron a la pandilla de turno. Fue una sorpresa perfecta. Mi amiga AB me abrió la puerta de su casa y allí estaban todos. Música, cocacola y patatas fritas. Mis padres conchabados, me dejaban regresar a casa más tarde de lo habitual. ¡Hasta las doce!

Esa noche bailé lento con un chico que no me gustaba pero no me importó. El que si me gustaba no bailó con nadie. Mi amiga ES dio calabazas a otro que iba por ella. Mi amiga AB tonteó con el chico que le gustaba y vio posibilidades. Fue un éxito. Mi amigas, las mejores amigas.

No hay comentarios: