miércoles, 2 de febrero de 2011

Sillón goreano

Un reto: escribir del sillón goreano sin caer en tópicos. Porque no voy a describir ese sillón goreano, que hemos bautizado así porque las parejas conceden nombres a aquello que les resulta hermoso y forma parte de su patrimonio emocional.

Y es que es un auténtico sillón de Gor. Tú te sientas allí y me hablas. Es el reposo de mi guerrero. Me hablas, me cuentas, te escucho mientras hago cosas, porque yo siempre estoy haciendo cosas. Aunque si lo ordenaras, yo pararía y sólo te escucharía. Con mucho dolor de mis manos y mi cuerpo entero, porque yo a duras penas me mantengo parada. Pero pararía, te escucharia, en Tu sillón goreano.

El sillón de Gor, aún así, es el lugar ideal para Tu descanso y para mi acción. Yo vi ese sillón y se me hizo agua la boca. Yo entro en acción contemplando la manta que lo cubre y el cuerpo que se asienta en él. Mis mandíbulas, mi lengua, los músculos faciales, mis papilas gustativas, el paladar, encías, labios y glándulas salivares. El sillón de Gor me convierte en un auténtico experimento pavloviano.

Compruébalo. Ya verás.

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