martes, 5 de enero de 2010

Noche de Reyes

El pasado domingo Gustavo Martín Garzo publicaba en El País una magnífica columna sobre la Noche de Reyes. Me pareció un escrito muy bello que refleja lo que siempre he sentido esa, esta noche. La noche mágica. Hoy, tras un día lleno de ansiedad y carreras, llega la magia.

Siempre he tenido Noches mágicas de Reyes, doy gracias por ello. Noches de no dormir, de dar muchas vueltas en la cama, suspirar y soñar que los regalos eran horrorosos de feos y equivocados. Y despertar temprano, como debe ser, pero tener terminantemente prohibido levantarse hasta que no lo hicieran mis padres. Mi padre, que es tan sangre gorda, se levantaba siempre tardísimo (a las nueve!!!!!) y las hermanas ya nos subíamos por las paredes de desesperación y cabreo.

Pero el salón, oh, el salón. Siempre lleno de maravillas. Mi primer recuerdo, con cinco años, es un juego de enfermera, una casita preciosísima de muñecas y una cocinita para morirse. Otros años vinieron la Nancy, la Sindy, la Lisy; cada año, unas cuantas Joyas Literarias; un año, una caja enorme de Airgamboys, guau, eso estuvo bien.

Y ya mayor, la colección de Grandes Compositores de Salvat, con cien vinilos que pusieron banda sonora a mi adolescencia. Libros, siempre libros. Y tres pijamas, uno para cada hermana, que aún reprochamos a los Reyes Magos, joder, qué metedura de pata, qué pijamas tan horteras... pero las tres los llevamos muchos inviernos.

Y ahora, ahora el cubo de agua para los camellos.

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