jueves, 26 de marzo de 2009

Madrid siniestro


Fui a Madrid con siete años, con mis padres y mi hermanita. En literas, que me pareció la forma más cutre de viajar. Yo siempre fui muy sibarita. El viaje de ida no dormí, me tocó la litera de abajo y me moría de calor. Eran seis literas por vagón, así que dos viajeros desconocidos tambien iban con nosotros. Uno roncaba. Qué cutre. Pero a la mañana siguiente nos ofreció milhojas y sentí mucha ternura por él.

En Madrid nos alojamos en un hotel siniestro de la calle Fuencarral. Tenía techos altísimos y un cuarto de baño enorme y antiguo. El suelo era de baldosas verdes. Qué raro era. A mi madre no le gustaba el café del desayuno, decía que estaba aguado. Mi hermana dormía a mi lado, como siempre; la ventana daba a una calle fea a morir.

Mi padre iba a entrevistas de trabajo. También aprovechamos el viaje para que a mi hermanita la viera un oculista muy reputado. Y, por supuesto, hicimos turismo. Tengo fotos. Siempre mi hermanita conmigo, vestidas iguales (aggg), muy recompuestas pero con aire moderno. En aquel viaje estrené gabardina y unas botas chulísimas.

Fuimos al Zoo, claro. Al Prado. A dar el paseíto en barca en el Retiro, tengo fotos, mi madre con cara de mareo. Comíamos en restaurantes y aquello era lo mejor. Una noche cenamos un sandwich de cuatro pisos!!!! Las dos hermanas éramos muy modositas y siempre nos comportábamos en los restaurantes. Aunque con el sandwich de cuatro pisos nos hartamos de reír.

Madrid me pareció una ciudad siniestra, gris y antipática. El metro era deprimente. Pero lo peor, lo peor del mundo, fue visitar el Museo de Cera. Aún hoy casi no puedo escribir sobre ello. Aún llevo a cuestas aquel terrible trauma: figuras de cera de los personajes más horrorosos y demenciales. Estuve noches enteras sin dormir, y para colmo, las primeras tras aquella experiencia, en el hotel lúgubre de Fuencarral.

He vuelto de mayor. Dos veces casi de paso, una tercera me quedé varios días. Aunque me sigue agobiando tanta calle larga y saber lo lejos que queda el mar, ya no me parece tan siniestra. Claro que Fuencarral y el Museo de Cera son dos lugares que nunca volveré a pisar.

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