miércoles, 28 de enero de 2009

Mi educación

Mi método es el de ensayo-error. Torpe, claramente ingenuo. Aunque le saque partido porque me educaron para sacarle partido a todo. Esta mañana ensayé un monólogo absurdo. Para ver hasta dónde podía llegar mi desverguenza. Necesitaba saber el límite que E. me tolera.

Fue un torpe ejercicio de soberbia, siempre mi soberbia es la clave de mis errores. Quería saber hasta donde controlo sus reacciones, ser conscientemente escandalosa, verdulera, sacarle las garras. No sabía en qué momento pero sí que iba a suceder.

No pretendía una provocación mezquina, sacarle de sus casillas por diversión. Quería un límite, quería su vara, su brida y analizar posteriormente las reacciones provocadas. Las mías, las suyas.

Pasé por todas las fases que ya me conozco - 41 años conviviéndome, es lo que tiene- . Me sentí convenientemente ofendida ("Él se cree que me va ha hacer cambiar, mi carácter dicharachero"); culpable ("ea, ya metí la pata y le molesté estúpidamente"); triste y con ganas de llorar ("Mala, más que mala"); humillada ("Solo me miro el culo al espejo...y tiene razón, soy una frívola más")... Basta.

Él sabe. Tengo conciencia de que sabe. Conoce mi soberbia y mi afán de mover los hilos. Que es mi costumbre, un hábito de años, de siempre, de hija mayor, de hermana mayor, de estudiante y de trabajadora. De madre. Sabe que intenté mover los hilos esta mañana y hacerle mío, mi Amo, hacerle arrodillarme, hacerle azotarme.

Me corrigió, me hizo sentir avergonzada y culpable, me dió la reprimenda merecida. Luego, me declaró su amor. ¿Dónde voy yo con mi soberbia? Él sabe su lugar y se ocupa de recordarme que mi lugar lo ocupo libremente. Que he elegido ser educada y modelada para su bienestar, la kajira que Él desea, con los valores nobles y dignos que exige. Él mismo los tiene y los da.

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