martes, 27 de enero de 2009

Él escucha mis historias

El sábado fui a ver a mi amiga AB, mi amiga de siempre, la de Parvulitos, la EGB, el COU nocturno, el piso de Cádiz. Mi amiga del viaje al Pirineo, que me acompañó cuando perdí a la primera lentejilla que empezaba a crecer en mi barriga. Mi amiga de charlas larguísimas y filosofías de andar por casa, de cafés, nocheviejas, conciertos y películas de llorar.

Ha tenido un bebito moreno, guapo y canijo. Se le aferraba a la teta con parsimonia. Tiene veintipocos días y ya succiona con sabiduría. Nos reíamos de la ranita y ella me contaba lo duro que fue el parto. Todavía tiene el vientre hinchado. Estaba más relajada que hace ocho años, cuando tuvo a su preciosa niña mayor.

Le conté a E. mi tarde del sábado y Él me dió pie para relatarle mis partos. Contar un parto es, como le dije a E. esta mañana, una de las más agradables batallitas que una madre puede narrar. La mejor aventura física realizable. Es emocionante y así se lo quise transmitir, a Él que me escuchaba en silencio.

Él me escucha, yo le cuento mis historias, a veces desvarío, me embrollo, me paseo por divagaciones tontas, y Él me escucha.

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