viernes, 4 de junio de 2010

Arde la calle

Voy a escribir una entrada quejica, porque en estos momentos soy una piltrafilla humana. Yo soy bastante bruta y nunca me he medicado, pero, como ya he escrito antes, llevo una temporada con el Zaldiar como aliado. De vez en cuando recurro a medidas desesperadas, cuando empiezo a dar vueltas en la cama: me tomo un Myolastán... qué bajo estoy cayendo.

El caso es que me duelen mucho las dos piernas. Ya no es sólo una, son las dos, noto como calambres, es un dolor soportable pero bastante desagradable. Y no iba a escribir sobre ello, por mi manía de no dar la barrila con quejas, pero nunca me había pasado algo así. Es un auténtico coñazo.

La culpa es del calor. Eso lo tengo muy claro. La calle está ardiendo cuando vuelvo del trabajo. Este calor bestia que se ha metido de pronto tiene la culpa de que mis piernas sean material delicado. Me siento las piernas frágiles, cristalinas, qué penita me doy.

Caminar me viene muy bien, es lo que mejor me sienta. Cuanto más camino, menos me duele. Creo que me voy a pasar la vida caminando. Voy a dar la vuelta al mundo caminando.

No hay comentarios: