lunes, 14 de septiembre de 2009

Transparencias


El sábado me puse una camisa blanca casi transparente. Era una de esas celebraciones donde todos vamos guapísimos. Me encantan esas celebraciones porque soy muy familiera y porque me pongo ropa que no suelo usar los días normales. Así que me puse unos zapatos de tacón, unos pantalones de hace tiempo que he usado muy poco y están bien conservados -y son clásicos, o sea, atemporales- y la camisa nueva. Una de esas compras arrebatadas que hago a veces y que me ponen contenta.

El caso es que me la probé en la tienda y pensé: leche, se transparenta un montón. Y pensé luego: al carajo, me la compro, me sienta bien y es moderna... Me la puse el sábado, se transparentaba (un poco) el sujetador, un sujetador blanco -discreto a la par que elegante- y hala, a ver qué pasa. Yo me sentí bien, guapa y olvidé rápidamente la peculiaridad de la camisa.

Yo hablo poco, de hecho hablé poquísimo el sábado en la celebración. Como hablo poco quizás sea poco transparente. Ya puse que soy un poquito antisocial: hay temas de conversación que no domino, hay personas con las que no se conversar, no tengo el don de la sociabilidad, aunque soy afable, cariñosa, simpática, sonrío mucho, pero sosa, sosísima.

También es una defensa. A veces puedo sentirme como el pez de arriba; una aguja, tan sólo una aguja fina podría traspasar su piel inexistente y perforarle las vísceras.

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