Eso me lo dijo un día M. que es mi amiga.
Yo no soy una amiga pesada. A mi amiga-íntima-de-toda-la-vida, mi fiel compañera desde párvulos, AB. la llamo muy de vez en cuando. Estuve con ella hace dos semanas, pero no nos veíamos desde... ¿desde cuándo? Lo bueno, buenísimo que tiene AB es que es de esas amigas que nunca te reprochan que no las llames a diario. En realidad ella tampoco es de las que llaman a diario. Y lo mejor que tiene nuestra amistad es que cuando nos vemos o nos llamamos, es como siempre, mucho blablabla y jijiji, como si no pasara el tiempo. A mi amiga AB la llamo mi tercera hermana.
Luego está mi segunda-amiga-íntima, la inefable ES. Antes sí era de las que hacían reproches, se picaba cuando no la llamaba y se mosqueaba si alguna tarde no me apetecía salir o ir a la playa. Vaya si se picaba. Pillaba unos rebotes del copón. Pero entre AB y yo, que somos unas degeneradas, la amansamos y domesticamos y ya no se enfada cuando no la llamamos. Además, cuando salimos, ella es la primera que se desinfla y se quiere pirar pronto a casa. Pero lo bueno, buenísimo que tiene mi amiga ES se encuentra en su enorme corazón: no hay amiga más leal, tú le dices, ES, mira, me pasa ésto y ahí está la tía, al pie del cañón, para echarte una mano. Ahora anda desaparecida porque está ennoviada y hecha una pava. Parece una quinceañera.
No me voy a poner yo ahora en reflexionar qué es y que no es la amistad -la reflexiones de ese tipo salen siempre cutremente ridículas- pero reconozco los momentos cuando brilla. No sólo los jajajaj y blablabla sin importancia. También las confidencias que no se juzgan, las lágrimas que se secan y las batallas que se recuerdan y emocionan. Así que yo, que he vivido esas cosas, me vanaglorio muy bestiamente. Yo no creo en el tópico ese que dice la gente: es que me ha fallado mi amiga. Eso es una estupidez. Los amigos no fallan, es una misma la que proyecta en ellos deseos que no tienen por que cumplirse. El afecto bestia que yo tengo por ellas, y por C., por MJ., es incondicional.
Ahora estoy en pleno reencuentro con antiguos amigos de Facultad. Encontré a Ana y a Juan, mis compinches de estudios y biblioteca, de pelis de Buñuel y sueños de investigación. Cruzas con ellos tres frases en el facebook, un par de piropos -qué guapo sigues, qué preciosa estas- y parece que fue ayer cuando dejé de verlos, de saber de ellos. Yo paso mucho del facebook, pero ahora si que agradezco que exista: encontré a mis amigos.
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