miércoles, 18 de agosto de 2010

La única canción de Sabina que me gusta

Ya digo que quemé a Sabina antes de cumplir los treinta. El disco de Juez y Parte lo puse chorromil veces y Calle melancolía..., Calle melancolía dejó de tener sentido de tanto cantarla, cada día, bien para flotar en el embeleso del amor, bien para mortificarme en la hiel de la pérdida. Princesa la detesto directamente, porque me recuerda a gente despreciable; Cuando era más joven ya no me dice nada -y antes cada uno de sus versos era una historia llena de significado-.

La única canción de Sabina que me gusta escuchar de vez en cuando -porque no querría quemarla- es Nos sobran los motivos.

Me gusta porque el primer día que la escuché iba sentada en el autobús urbano, camino del trabajo. En esa época yo vivía bastante lejos y tenía que caminar un buen trecho hasta la parada, hacer un trayecto de veinte minutos y luego, subir un pedazo de cuesta hasta mi trabajo. Me levantaba aún de noche y cuando me sentaba en el autobús, las calles apenas estaban amanecidas. Aquel día la mañana estaba gris, el locutor dio paso al tema, apenas entendí la letra pero por algún motivo, mi grisácea realidad se desvaneció.

En aquellos años grises y sin sustancia -cosa que detesto reconocer- yo nunca escuchaba música. Absolutamente nada. Era una especie de disciplina. Si había que ser gris, había que serlo con todas las consecuencias: nada de canciones estremecedoras, nada de emociones y lágrimas, nada de sentimientos a flor de piel.

Aquella mañana, escuchando en el autobús Nos sobran los motivos, algo se movió, algo gritó: Chiquilla, reacciona, despierta, tía, espabila, hostia ya. Como soy de respuestas lentas, tardé aún algún tiempo en sacudirme el polvo viejo y rancio, pero empecé, aquel día, con aquella canción. Su letra es triste pero no importa, su letra no me dice nada, fue el contexto, el momento, el lugar adecuado, yo sola y con nuevas ganas de vivir.

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