lunes, 19 de marzo de 2012

Pequeño Diógenes

He parado un rato y tengo el suelo del estudio empantanado. Ordenaba mi caja de recuerdos, llamémosla por ese nombre ñoño. Decidí, hace un rato, tirar los papeles que ya no me dicen nada -los papeles que ya no son pequeñas historias-.  Y llevo una buena bolsa de papeles de esos, sí, estoy muy orgullosa de cómo progreso en combatir a mi pequeño Diógenes.

Pero hay papeles que me resisto a tirar.

Facturas de almuerzos. Pantagruélicos. Con postre de chocolate -y yo ya no pido chocolate porque, por alguna rara evolución orgánica, aborrezco el chocolate. Almuerzos con vino y risas de los que sales aturdida a la calle y te asombras de que aún sea de día.

Entradas de cine. Soy tan meticulosita que en muchas anoto con quién fui, lo cual es adorable si resulta ser el primer cine de mi hijo. Guardo la entrada de Gladiator, cuando estaba embarazada de ocho meses. Muchas, muchas entradas de pelis de dibujos hasta la de Buscando a Nemo que pillamos empezada.

Entradas de museos. Entradas a palacios, catedrales, archivos, iglesias, a lugares turísticamente obligados. Facturas de hotel y a veces  con su tríptico publiciario. Aquella piscina enorme. Aquella habitación tan mona. Aquel desayuno-buffet memorable -nada como empezar el día-turístico con un megadesayuno-buffet.

Entradas al teatro. La cola aquella hiperlarga para pillar las entradas a Les Luthiers. Las obras vanguardistas que daban risa. Obras que ni recordaba haber visto. El autógrafo de Verónica Forqué. Concursos de Carnaval.

Un par de viejas agendas donde encuentro números de teléfono de gente que ya no conozco.

Programas de conferencias y congresos. Hubo una época en que éramos asiduos -¿ganábamos créditos o alguna subida de notas o algo así?-. Nos reíamos de los conferenciantes absurdos. Echábamos miradas de odio a los listillos que se enrollaban con las preguntas, al final de la conferencia. Aprendimos a no ser pedantes.

No ocupan tanto sitio, mis papeles. Lo estoy logrando. Una caja de zapatos.



4 comentarios:

minerva dijo...

Es curioso...yo también tengo una caja donde amontono pasado, es de galletas y nunca me decido a tirar nada.

Un beso.

Mar dijo...

Qué consuelo, tú también. A mi me reconforta tener esas cosillas, es una tontería pero bueno, una caja de galletas o de zapatos no ocupa tanto sitio.

Un beso grande.

Anónimo dijo...

yo la tengo bajo llave, uhmmmmm conservo cosas oscuras..... jijjjijji
mis primeras pinzas de madera mata tetassss jajajjajjaa

Mar dijo...

Jajajaja, eres la caña, nena, pinzas matatetas, mola.