jueves, 4 de octubre de 2012

Nuestra casa de locos

Teníamos una casa de locos y la culpa era de C., que se vino a vivir con nosotras y nadie supo predecir las consecuencias. Nuestro piso de estudiantes, gracias a C., estaba por las tardes lleno de gente que se apalancaba a tomar café y a veces a cenar. A mi me llevaban los demonios. No por soportar a más de un gorrón, sino porque parecían no darse cuenta de que éramos estudiantes y DEBÍAMOS estudiar.

La mayoría de los apalancados perdían la gracia a los dos días. Al principio molaban porque resultaban exóticos: un perroflauta, un teddy-boy, un siniestro, un guitarrista que salía en Carnaval. Solían ser gente de la propia facultad y C. se los traía a casa por simple hospitalidad. La recuerdo en los pasillos, conociendo a un futuro gorrón: Oye, y por qué no te vienes a casa a tomar un cafelito? y yo me destrozaba la cara, haciéndole muecas para que se callara la boca. La pava nunca se daba por enterada y los gorrones aceptaban una invitación que, lo juro, C. decía siempre por compromiso.

C. es así, simpatía en estado puro y nunca le oirás un no. Yo se que a ella también le terminaban cansado aquellas visitas tan largas y casi diarias. A veces la veías entrar en modo pánico porque tenía un examen al día siguiente y los jetas no acababan de irse. Pero nunca, nunca los echaba. Era agotador.

Cuando los apalancados se quedaban a cenar yo me cabreaba mucho con C. y el resto de compañeras también, pero a mi se me notaba más. También me cabreaba con los apalancados y les miraba con cara de mala hostia, pero, como suele pasar entre esa gente, ellos no se daban cuenta. Tampoco se daba cuenta C. porque es una bendita. Sólo había uno que no me molestaba y era el Gallego: aquel canalla encantador me parecía ideal para C. y yo notaba que los dos se gustaban. Fue una relación tensa y ambigua, la del Gallego y mi amiga C. , que nunca hablaba de hombres y nunca se dejaba querer, aunque supongo que fue mejor para ellos no acabar juntos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Envidio tu facilidad de darle encanto a una situación cotidiana y tu capacidad de identificar las singularidades en los hechos de todos los días, que a la mayoría nos pasan inadvertidas.
Un beso grande

Eva Letzy dijo...

No querría tener una compañera de piso así... Bueno, aunque algo parecido he tenido alguna vez.
Saludos

Mar dijo...

Es un post tontorrón, pero yo disfruto escribiéndolos. Me alegra que te guste, James. Besos

Eva Letzy, lo que pasa es que mi amiga compensa su "locura", es tremendamente buena y leal. Por eso la soportamos!!!
Saludos.