viernes, 5 de octubre de 2012

El canalla encantador

El Gallego era un encantador de serpientes. De gallego sólo tenía el apellido y que sabía hacer el conxuro para la queimada. Una vez nos preparó una, aunque creo que no le salió del todo bien. Pero daba igual, porque casi todos sus defectos se los perdonábamos. Él te sacaba esa sonrisa de canalla y te agarraba por la cintura, te decía tres o cuatro cosas bonitas y ya se lo perdonabas todo. Era un demonio.

Nunca lo vimos entrar en clase, se suponía que iba a cuarto o quinto pero él siempre estaba en la esquina del bar de la facultad, con sus acólitos, bebiendo y ejerciendo de Padrino. Tenía hechuras de siciliano, aunque era muy alto, y se peinaba con el pelo hacia atrás, no a la manera pija sino como un arrabalero. Tenía la voz cazallera, fumaba compulsivamente, era un compendio de virtudes.

No recuerdo cómo nos hicimos un lugar a su lado, en la esquina del bar y cómo comenzó a frecuentar nuestro piso, pero, sin que mediaran amor o sexo, el Gallego se pegó a nosotras y nos embarcó en juergas de primera. Nos llevaba a bares de barrio a comer el menú del día, nos llevaba a tabernas de viejo donde ponían buena cerveza, nos sacaba a bailar. Decidió que nos iba a enseñar a bailar el tango y así se tiró una temporada, sin que nunca avanzáramos un palmo. Él era así, nunca acababa los planes.

Ya digo que entre C. y él hubo tensión sexual no resuelta y todas las compañeras del piso aguardábamos expectantes al día en que por fin se dieran el lote. Nunca ocurrió, supongo que C. no se atrevió a embarcarse en una relación con un tipo tan impredecible y quizás al Gallego sólo le apetecía llenarla de piropos en lunfardo. Un día apareció con una novia de verdad, una chica dulce y guapa que no le pegaba ni con cola, pero a él se le veía loco. El noviazgo le retiró del mapa de la farra y casi dejamos de verlo, lo cual no es raro aún en los tipos más canallas y embaucadores.

 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No quisiera confesar aquí mi faceta homosexual, pero parece que no voy a poder evitarla. Tal vez me equivoque pero englobaría esas personalidades en el grupo de las personas que consideran que los actos no tienen consecuencias, y por lo tanto viven como si el mañana no existiera. No puedo dejar de envidiarlos, es más fuerte que yo.
Me sorprendió lo de "arrabalero", no creí que en España existiera esa palabra, aunque cuando nombraste "tango", todo comenzó a ser más verosimil.
Ese gallego, dió tener algún asecendiente porteño, o parecido.
Una nueva perla, en tu collar de posteos. Felicidades, Mar

Mar dijo...

Si, James, él vivía como si no hubiera un mañana. A veces le admirábamos por ello y otras habríamos querido forzarlo a ser más sensato.

Un beso, James y gracias.