miércoles, 12 de agosto de 2009

Mi pelo hoy


Este es mi pelo hoy, tras una mañana de peluquería. O sea, tras una mañana de pequeños y reconfortantes placeres: el olor de tinte y el cabello suavemente impregnado, el champú y el agua tibia, las tijeras, ras, ras, el cepilo y el secador, las planchas, el toque final. Luego me he mirado en los escaparates y en los espejitos de Mercadona.

No voy con frecuencia y soy un desastre con mi pelo, aunque lo cuido y me embadurno a conciencia de mascarilla, sérum y todo lo que se pueda inventar. Mi problema es que no soy mañosa para arreglármelo. Mi otro problema es que el levante me riza el flequillo y me encrespa el resto. En poniente lo llevo mejor.

En varias ocasiones he llevado el pelo corto. Siempre lo hice por lo típico: renovarme, porque necesitaba renovarme por dentro y pensaba que cortándome el pelo a lo bestia lo lograría con mayor facilidad. Cuando me pelaba corto, salía de la peluquería feliz y sin parar de tocarme el cogote. Pero ahora me miro en la fotos y no me soporto. A mi cara cuadrada el pelo corto no le va. Parezco un tío. Una vez me hice una permanente, joder, eso ya no se lleva. La cabeza se me quedó como una olla y me llamaban Orzowei. Un tío, totalmente.

A E. le gustaba mi pelo largo. Me decía que si me cortaba el pelo lo hiciera sólo un poquito, únicamente las puntas. También era lo que yo deseaba. Me gusta llevar el pelo largo y echármelo a un lado. A E. también le gustaba que me lo recogiera en una coleta alta y no quería que me lo tiñera. Aunque si que me lo tiño, desde hace mucho tiempo.

Tengo muchas canas en las sienes. Mi abuela María tenía el pelo completamente blanco y yo me parezco a ella. Antes me ponía henna e iba de pelirroja. Ahora uso un tinte color chocolate oscuro. Mis hermanas dicen que debería aclararmelo, porque este color me endurece las facciones. Yo lo prefiero así. Jamás me pondré mechas claras, que me ahorquen.

Así que hoy toca pelo lisito, lisito, lo cual me tiene bastante presumida. Mañana, con este levante pesado ya se me volverá a rizar y si vuelvo a la playa, ya ni lo cuento. Pero hoy parezco Cleopatra y eso, encontrándome como me encuentro, ya es suficiente.

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