miércoles, 26 de agosto de 2009

Con mis amigas

He pasado un fin de semana con mis amigas en una pequeña ciudad turística y calurosa. Tres días, dos noches y horas de conversación. Luego, han subido las fotos al Facebook -gracias que existe, porque yo nunca hago fotos de los viajes- y las hemos comentado. El fin de semana ha seguido con nosotras.

A todas les gustaron mis gafas grandes y todas se las probaron. Coincidieron que me sentaban mejor a mi. Luego, C. me hizo una foto en sepia y nos hemos pitorreado como de costumbre. Nos hemos pitorreado de todo y de todas, unas a otras, como de costumbre. Seguimos igual.

Para los cánones de rigor, deberíamos ser malísimas amigas, ya que apenas nos llamamos -gracias de nuevo, Facebook-. Todas tenemos las acostumbradas preocupaciones y ocupaciones y las horas del día repletas. Apenas nos llamamos, no nos vemos casi nunca pero hemos hecho lo posible por reunirnos esta vez.

Creo que todas fuimos felices, esos dos días. Yo fui feliz, son mis amigas. Apenas las veo y, en unos instantes, en la estación, ya nos sentíamos como siempre. Nuestras bromas, nuestras confidencias, nuestras historias. Creo que ellas han sentido lo mismo que yo, y que se sienten afortunadas, igual que yo, de tenernos unas a otras.

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