domingo, 5 de julio de 2009

Bares de carretera

Un bar de carretera es el paraíso para mirar. Llegas, te apalancas en la barra, donde sea, y miras, chupas imágenes, parasitas escenas. Hace unos días paré en La Palmosa, en la autovía de Jerez. Es uno de esos megabares de carretera donde todo el mundo para. Donde entra y sale gente, familias, turistas, currantes, hombres de negocios. Es el paraíso que te permite fantasear con las vidas que entran y salen. Hombres de negocios que entran y salen, hablan por el móvil y envían sms.

Un bar de carretera de La Mancha, en el 88. Yo iba a Madrid, en un autobús de coleguitas, de radikales con k y de sindicalistas, para una macromanifestación contra aquellas reformas laborales del PSOE. Iba motivada pero en aquel autobús apenas conocía a nadie y me sentía sola. De madrugada, en aquel bar de carretera de La Mancha, frente a un café típico de bar de carretera, solo pude mirar a la gente y a los camareros. Recuerdo perfectamente los jamones colgados, los carteles de toros y el sonido de la máquina del café. No tenía con quien charlar.

Un bar de carretera de Arcos de la Frontera. El bar de la gloriosa Manolita Chen, en el 89. Yo volvía de un corto viaje con mi profesor. Ya era de noche y paramos a tomar algo que no recuerdo. La barra solitaria, carteles de Ferias y del antiguo Teatro Chino pero no recuerdo si había jamones colgados. Yo apenas si miraba aquella noche, sólo tenía ojos para mi profesor, para beberme sus palabras y alargar el breve tiempo que nos quedaba.

Un bar de carretera en Andújar, hace apenas dos años, camino de Sevilla. Eran las diez de la mañana y el autobús paró para desayunar. Yo ya había desayunado antes y apenas pude tragar un café. No había jamones porque era un bar moderno y de apariencia clara. En la tele un debate preelectoral, la máquina del café, el sonido de las cucharillas sobre los platos. Iba nerviosa y tan concentrada en mi misma que apenas miré. Fui yo la observada, la gente me miraba, aquella mañana, con curiosidad.

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