viernes, 3 de julio de 2009

Mi amigo parecido a Martín Romaña

Durante dos años, J. fue mi amigo inseparable. Lo nuestro fue amistad a primera vista, en los pasillos del COU-nocturno. Él en el COU de Letras, yo en Letras-Mixtas. Él en clase de mi amiga, ella lo trajo al grupo de tres del que yo formaba parte. Los viernes nos escaqueábamos de clase, ahora éramos cuatro, nos íbamos a un bar cercano y dejábamos correr el tiempo hasta las once.

En aquella época J. tenía veinte años y era un tipo brillante. Guapo, un poquito estrábico, un poquito más bajo que yo, casi no se notaba. Tenía dedos alargados, manos calientes, era brillantemente irónico, risueño, mordaz e irreverente.

Era tan irreverente que me enfadaba -poco, más bien parodias de enfados-. En aquella época, mi época radikal con k, yo me esforzaba penosamente en aparentar ideas extremistas. Ya se sabe, las extremistas de izquierda y feministas de bigote no tenemos -tienen- mucho sentido del humor. Así que J. me ponía a cien con su mordacidad. Se reía en mi cara, el jodío. Yo le quería a rabiar.

Lógicamente fantaseaba con él, porque yo no creo en la amistad heterosexual pura y dura. Y se lo dije. Le dije, J. yo me acostaría contigo. Él sí creía en la amistad heterosexual pura y no pasó nada. Lo bueno de los amigos es que no pasa nada. Fuimos confidentes y paño de lágrimas durante dos años.

Fue el único que leyó una horrorosa novela que escribí en el invierno de 1986. No dijo que era horrorosa y se guardó su sarcasmo, pero como leal amigo me dijo que me dedicara a otros menesteres. Me recomendó La vida exagerada de Martín Romaña, de Alfredo Bryce Echenique. Él era el mismo Martín Romaña, igual de extravagante y surreal. Aprendí mucho de aquella novela, del personaje de Martín Romaña y de mi mismo amigo: tomarse en serio es algo nefasto y sobre todo, aburrido.

Él si que escribía bien. J. era brillante. Irónico, extraordinariamente autocrítico. Pero también inseguro y, joder, asexuado. Como suele pasar, la amistad se diluyó cuando se echó novia, una rubita igualmente asexuada. Les veo muy de vez en cuando, siguen juntos y creo que se quieren mucho; viven en mi ciudad y tienen un hijo casi adolescente. Ella es dulce y muy agradable, él sigue igual de ingenioso y siempre me hace reir.

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