martes, 9 de septiembre de 2014

¿Qué hacemos con El Niño?

Está mi pueblo alborotado con el estreno de la película El Niño porque salimos en pantalla grande y eso, para una tierra con la autoestima tan baja, nos sube la moral de aquella manera. Además, aquí somos muy noveleros y nos apuntamos a cualquier jolgorio. El Centro Comercial estaba petadísimo de gente para ver la peli el pasado fin de semana y a los jóvenes protagonistas que se prestaban a las fotos. Ya digo, nos gusta la novedad.Yo aún no he visto la película porque menudo agobio estos días (y que no soy una novelera) pero no voy a hablar exactamente de ella.

El joven actor es un chavalote de Vejer que se llama Jesús Castro. El domingo le entrevistaban en el Diario. Parece un tío legal, de esos chicos que no acabaron la ESO y derivaron a un PCPI para luego acabar haciendo el típico ciclo formativo de electricidad. Nada estudioso, pelín gamberrete y de buen corazón. Chiquillos así conozco yo un buen puñado.

También conozco a jovenzuelos que comentan con una ligereza abrumadora cómo algún día darán el gayumbazo (*) y a ganar pasta gansa. Gente muy joven que sueña con buenos coches tuneados y motos acuáticas cantosas. Aquí demasiada gente sueña con ello. Por el paro, por la perspectiva de dinerito fácil, porque aquí siempre se ha practicado contrabando, por la cercanía de la frontera... los especialistas manejan cantidad de explicaciones.

Me pregunto si esta peli incrementará tales sueños. Ojo, no tengo nada contra la peli que seguro es emocionante y estará guapa. Incluso dicen que refleja bastante bien la realidad y blablabla.  Lo que me tiene pelín cabreada es que no se hasta qué punto El Niño se ha dibujado como héroe épico que merece la pena emular. El problema está en que el actor es un tío reshulon, con esos ojazos claros y esos labios reventones. Y El Nene, que es supuestamente el tipo real en el que se inspira la peli, era -o es, está desaparecido- un hombre mucho, pero muchísimo menos guapo y carismático que el actor Jesús Castro.

Las pibitas de mi tierra se hacían fotos con el protagonista este sábado. Me pregunto hasta qué punto lo identificaban con una imagen de aventurero, valiente, aguerrido, romántico, machote. Tan guapo, tan alucinante. Me pregunto también hasta qué punto un personaje de tal carisma incrementará los sueños de más de uno. Que obvian lo que en realidad son esos tipos: narcos pequeños, traficantes de medio pelo que queman el dinero fácil que ganan y suelen acabar mal. Porque los peces pequeños, como esos chavalines que he conocido alguna vez y me han confesado que un día darían el gayumbazo, siempre son los que caen y se olvidan de que casi nunca lo hacen los peces gordos.
 
(*)"dar un gayumbazo": traficar con hachís.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Todo lo has dicho. La falta de oportunidades "razonables", la tentación del dinero fácil, el mensaje ambiguo en el que el héroe de la película es el villano en la vida real, dónde los sufrimientos reales jamás se muestran o como mucho aparecen atenuados. Todo eso inmerso en una época dónde los valores no se sabe cuales son. No he visto esa película pero la problemática de los mensajes confusos toca a muchas manifestaciones artísticas. Signos de estos años.



Mar dijo...

¿De estos años o de siempre? Yo es que creo que hemos sido así siempre. Y eso que no soy nada pesimista, ya te digo.