domingo, 1 de diciembre de 2013

Ñoñas que escuchan canciones de amor

Yo soy una ñoña de manual aunque no lo aparento. En realidad hago muy grandes esfuerzos por no aparentar mi ñoñez extrema. Yo soy de las que llora con cuatro chuminadas tontas: el final de una película, un trailer épico, una puesta de sol, una canción, un orgasmo. Lloro y me creo que LA VIDA  es así y también EL AMOR. Axiomas como la belleza, la maravilla y el poder del amor. Cosas así de superñoñas.

Yo soy una Mr Scrooge del romance y camino murmurando Paparruchas!!! ante cualquier manifestación de sensiblería romántica. Pero -muy de vez en cuando- me visitan Canciones de los Tiempos Pasados, Canciones del Presente y también Canciones de los Tiempos Futuros. Que me maten si confieso la canción que me visitó hace poco, la misma -puta perversión emocional- que estoy escuchando ahora.

Mis momentos de  ñoñería son como unas fiebres tercianas: me creo curada tras una temporada de sudores fríos y me lanzo a la calle más fresca que una lechuga. Me creo llena de anticuerpos contra el para siempre, ese que me inocularon hace tanto (con sobredosis de Disney supongo, como todas), me creo aguda y perspicaz, capaz de darle un zas en toda la boca al primer síntoma ñoño que me ataque.

Pero nah, llega la canción romántica de turno -esta que ni muerta confesaré- y otra vez con síntomas de calentura: pajaritos en la cabeza, fe, esperanza y hasta un poquito de caridad, las manos frías y una breve, pero insoportable, pesadez del corazón.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dicen que los capricornios de niños somos como viejos y de viejos como niños. Claro que tú no eres vieja, aunque sí como una niña. No creo mucho en los signos -casi nada- y no creo que sea Saturno -o Júpiter- el responsable de nuestra melancolía tan característica.
La música y los aromas son responsables de rescatar recuerdos que el consciente se había arreglado para alejar, pero como dice Serrat "su tren vendió boletos de ida y vuelta". Así es la vida, querida Mar.
Besos & abrazos

Mar dijo...

Es una melancolía agradable. Y pasajera.

Besos