jueves, 11 de abril de 2013

Veinte años después

P2 sigue siendo un pedante, como hace veinte años. También sigue estando muy bueno. Ahora debe tener cuarenta y ocho años por lo menos pero caramba, qué buenorro sigue el cabrón.  Estuvimos de charla casi una hora y me di el gusto de dar la conversación por terminada así en plan elegante y discreto. Unos cuantos "bueno, pues ya hablamos en breve" y cosas así. Tenía ganas de acabar aquel blablabla porque:

a) me cansan las conversaciones largas en las que YO soy la que lleva el hilo y casi decide el tema.

b) me estaba descojonando por dentro y en cualquier momento P2 se iba a dar cuenta de que me descojonaba (a veces  me temblaba la sonrisa, joder, muy mal mi autocontrol)

c) me estaba poniendo nerviosa porque estaba a punto de llegar mi compañera C. y sabía que si entraba en el despacho me iba a notar descojonciada por dentro y yo me iba a ennerviar aún más.

d) P2 estaba cada vez más repatingado en el sillón como si tuviera la intención de pasarse allí la mañana entera y yo, por muy cachonda que me ponga, soy super-responsable y ya me estaban llevando los demonios de pensar en todo el trabajo que quería adelantar (y encima una conversación cada vez más insulsa y sinsentido que YO sacaba adelante).

La conversación tenía una trama subterránea. Hablábamos de trabajo pero yo por dentro le iba diciendo "cabronazo, qué polvo te dejaba que me echaras" y también le decía "gilipollas, menudas tonterías largas por esa boquita besable que tienes". Yo creo que él estaba igual de sorprendido que yo por nuestro encuentro fortuito y probablemente se fue relajando mientras pasaba aquella hora. Él se empeñaba en mantener la conversación -de trabajo, nunca íntima- en modo INTENSO y yo me empeñaba en aparentar espontaneidad. Cada vez que soltaba una reflexión de esas suyas profundas (que yo ya ni recordaba cómo lo hacía) yo le contaba alguna cosa NORMAL  y ABURRIDA.

C. llegó justo cuando nos levantábamos y pude presentárselo como "Fulanito que viene a esto y a lo otro". Luego quedé como una reina acompañándolo a la salida y por supuesto, cuando se fue, salí corriendo a mirarme en el espejo. Si, soy gilipollas yo también: me quedé feliz comprobando que menudo acierto el mío de esta mañana, ponerme esos vaqueros que me hacen culo respingón.

2 comentarios:

May Mercurio dijo...

Me encantas Mar!!!! jajaja
un beso :)

Mar dijo...

Te has reído? Pues eso es lo que me encanta a mi.

Un besazo.