No se si alguna vez he escrito sobre mi hipersensibilidad. De mi empatía (el coñazo de mi empatía) ya he disertado lo suficiente. Que soy una hipersensible no se si llegué a comentarlo.
Yo siempre he sido de las que se ruborizan con cualquier tontería. Es muy INJUSTO. Ponerse colorada es una broma fisiológica que te impide mentir. El rubor delata y yo me ruborizo con una facilidad pasmosa. Un rollo patatero. Más aún cuando siempre hay algún listo que exclama: Mar, te has puesto colorá!!! Si. Obviamente siempre lo noto. Ya digo que soy hipersensible.
En primavera sufro alternativamente de astenia e hiperactividad. El aroma del naranjo me estimula y me llena de creatividad. El imprevisto calor me agota y aturde. Paso los días alternando subidón/bajón y eso es otro auténtico coñazo.
En primavera pueden resucitar emociones. Mi hipersensiblidad se agita de placer, emociones por un tubo que me avisan: hey, chiquilla, sigues viva tras el largo invierno!!! Mi espíritu se vuelve insurrecto. Ganas de comerme el mundo y ganas de morirme de amor. Ganas de tumbarme al sol pensando en tonterías, ganas de soñar despierta. Una ñoña de cuidado.
Abril está dando un respiro tras tanta bendita lluvia. Los naranjos me resucitan cada mañana. El solar de los gatos luce espléndidas y salvajes margaritas. No sé aún qué va a ocurrir.
2 comentarios:
Te entiendo Mar, yo vivo el mes de abril tuyo todo el año.
Por otra parte, cada uno es como es y a mi lo que dejas ver aquí me gusta mucho.
Y yo tampoco sé que va a ocurrir.
Un beso
Gracias, Sara.
Si todo el año tuyo es como mi primavera, entonces me ganas a hipersensible, niña.
Un beso grande, muy grande.
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