Mi momento culminante de marginalidad lo tuve aquel año que hice COU en un instituto de barrio de Sevilla capital. Me fui a vivir con una familia amiga de mis padres y experimenté qué era estar lejos del nido. No conocía a NADIE y me sentí absolutamente libre en mi frikismo. Me sentaba en la esquina del fondo y sacaba dieces en Biología y en Lengua y notables en la Historia de la Filosofía. Me sentía tan libre que, en los recreos, me dedicaba a vagar por el patio sin necesidad de rendirle cuentas a nadie. Fue ese año cuando comencé a fumar -se podía fumar en el instituto- y, en vez de comer bocadillos (dado que no estaba mi madre para obligarme), me comía dónuts.
A mi lado, en la clase de COU-C, se sentaba uno de los chicos malos. Como todo el mundo sabe, las esquinas del fondo suelen ocuparse a partes iguales por raritos y por malotes. Aquel chico malo era rubio y tenía un hermano moreno en la misma clase, más malote aún, pero que se sentaba en la otra esquina, demasiado lejos de mi. Ni me acuerdo de sus caras, ni cómo se llamaban, pero me encoñé de ellos, de los dos. Las poesías que yo escribía entonces, que eran tan trágicas, se las dedicaba a ellos, esos chicos malos que prometían todas las delicias del mundo.
Alguna vez me hablarían, supongo. Alguna vez me pasearía delante de ellos en el recreo, con mi cigarrillo haciéndome la interesante: miradme, chicos, soy una de esas raritas misteriosas y si os decidierais a hablar conmigo descubriríais que, tras mis gafas y mi ropa desfasada, hay unas ganas tremendas de devorar el mundo y sus placeres...
No recuerdo sus caras, ni siquiera si eran tan malos cómo ahora les quiero adornar. Además, ni siquiera ya me gustan los chicos malos.
7 comentarios:
Me gusta como recuerdas las cosas Mar. A mi aún me hacen estremecer a veces,lo reconozco (los chicos malos quiero decir...)
Un beso corazón
Ainsss...me acabo de leer tu artículo en cuadernos Bdsm y has puesto mi película favorita (El hombre tranquilo) y una de las de mi top teen por su ternura y pirados encantadores (Secretary)
¡Cásate conmigo!
Un besico. Me reencantó el artículo Mar
Respetuosamente, te imagino en tu adolescencia como una rebelde sin causa. Peleada a muerte con el "sistema" pero sin saber bien por qué. Es más que entendible, porque la adolescencia se caracteriza por esa rebelión innecesaria. Lo distintivo de tu caso es el tema del ostrasismos, porque si hay algo que tienen los adolescentes más comunes es el sentido de pertenencia con algún grupo afin, con otros renegados. Pero no me sorprende del todo porque te definiste como una anacoreta, como Harry Haller.
Es muy interesante tu personalidad y muy atrapantes tus magníficas entradas.
Un beso grande de alguien que nunca fue malo.
Sara, a mi los malotes ya no me gustan. Prefiero a los chicos buenos (algunos esconden oscuridades muy apetecibles).
Me alegra que te haya gustado el artículo de Cuadernos BDSM. Pero una cosa te digo: James Spader es MIOOOOO.
James, cierto, nunca fui una adolescente de pandillas. Tenía dos amigas que siguen siendo mis mejores amigas: una es muchísimo más sociable que yo pero con una sensibilidad artística que la hace especial. Y la otra es mucho más rarita y solitaria que yo, jajajaj.
besos.
Fijate que cuando te has descrito tras tus gafas me ha venido a la memoria fuga de cerebros, y en realidad es que no te imagino asi ( ya se que eres guapa y deliciosa) pero a pesar de saber como eres fisicamente, yo te imagino montada en un caballo blanco, con armadura dorada y tu melena suelta al viento, toda una heroína,al estilo juana de arco milla jovovich.
Yo era malota y me gustan y me gustaban los malotes tiernos, aunque realmente no se si eso existe jajajajaja, me temo que hay pocos, también fumaba, llevaba levis y jersey privata, aunque tuve una época rockabilly total.
besazo
Si eras de las malotas seguro que en el insti no me habría juntado contigo. Me daban miedito. Pero de rockabilly seguro que molarias, como las Pink ladies de Grease!!!
Muacccc
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