domingo, 26 de junio de 2011

Despacho

De nuevo tengo despacho. Dije que si, porque soy hiper-responsable. Pensé: si digo que no, pasaré un infierno de culpa. Y qué coño, el jueves, C., con la borrachera que las dos teniamos, me abrazó y me dijo, ay qué bien que aceptaras el cargo. Y las dos nos enzarzamos en una muy seria disquisición sobre lo buenas profesionales que somos y el estupendo equipo que formanos -la vanidad hervía en el ambiente-.

Ahora pienso que me gustaría decorarlo un poco. El despacho anterior, ese que tuve hace cuatro años, lo tenía soso y desangelado, lleno de papeles y sin pizca de personalidad. C., cuando se hizo jefa, le dio a su despacho un toque maternal sublime -porque C. es hiper-madre-. Puso cortinas, retratos de sus niñas, una monada todo. Yo debería poner también cortinas a mi nuevo despacho o algo así, pero ya digo que soy rematadamente sosa -e hiper-profesional-.

Conclusión. Vanidosa conclusión: las directivas en mi trabajo somos todas madres de niños pequeños y no nos asusta echarnos encima más cargas. Podemos con todo -hasta con la decoración-. Los tíos se han escaqueado de los puestos de responsabilidad. Allá ellos.

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