miércoles, 11 de enero de 2017

Embate de la indignada

Yo llevo muy mal cuando la gente cabreada por algo intenta atraparme. Una compañera andaba enfadada por el retraso de una obra en el edificio donde trabajamos. Era uno de esos cabreos contra los que poco se puede hacer y además su fastidio era por un hecho que podría o no podría ocurrir. Es muy absurda la ira si desconocemos lo que va a pasar, es como una pérdida de tiempo, un desgaste inútil de energía, una especie de autoenvenenamiento.

Mi compañera me hablaba irritadísima. Su cólera me llegaba a oleadas, una ola, otra ola, una marea acongojante. La edad. eso es madurar: aguanté sin mover un músculo de la cara su fastidio. Yo la veía venir: quería atraparme, liarme en su mosqueo, es que me conoce y sabe lo tonta que soy y cómo me meto en la red yo solita. Pero no, ya digo que es la edad. Yo veía venir sus embates sulfurados y yo estoica, ciega no pero casi sorda. Intentando ser sorda. 

No va conmigo.
No me interesa.
No pico, joder. 

Y ella bla,bla,bla, tan enfadada, tan ineficazmente indignada. 

Acabé agotada pero limpia como una patena. 


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