Cien años de soledad es una de las novelas más maravillosas que he leído, aunque García Márquez nunca ha sido de mis escritores favoritos. Probablemente porque la leí a la edad mágica de los diecisiete. Recuerdo perfectamente el día que la compré: un mercadillo de libros en Almuñécar, triste, fastidiada y absurdamente adolescente. En ella leí uno de los pasajes eróticos más intensos que conozco y que me dejaron tonta y ardorosa: Amaranta Úrsula y Aureliano embadurnados de melocotones en almíbar.
La noche boca arriba es un cuento de Julio Cortázar de final demoledor. Me dejó tan tocada leerlo que por eso lo tengo entre mis imprescindibles. Es un cuento angustioso sobre sueño y realidad y no digo más. (Pero casi todos los cuentos de Cortázar son fantásticos: La isla al mediodía, Todos los fuegos, el fuego y buahhh La autopista del sur)
El siglo de las luces, de Alejo Carpentier, que no recuerdo bien y no he vuelto a releer pero la tenía entre manos cuando me matriculé en la Universidad y buscaba piso para alquilar en Cádiz. Me recuerdo leyéndola en la Plaza San Antonio, haciendo tiempo para algo. Ensimismada. Disfrutando de ser independiente.
Doña Bárbara, que es una novela formidable de Rómulo Gallegos. Leyéndola uno detesta a la Doña por mala y a la vez adora ese personaje tremendo y salvaje. Es muy fácil imaginarla cabalgando por los Llanos venezolanos, llena de furia asesina.
La vida exagerada de Martín Romaña, de Bryce Echenique es una novela que odié la primera vez y a la que di una segunda oportunidad. Ahora es una mis novelas favoritas y releídas porque adoro a Martín (que me recuerda a JJ) y sufro mucho con su terrible peripecia anal.
Y finalmente La guerra del fin del mundo, que es mi favorito de Vargas Llosa. Me gustan sus personajes formidables como el León de Natuba. Los imagino deambulando por el sertâo miserable y me entran escalofríos de placer. Es una novela llena de personajes bigger than life, metidos en problemas hasta el cuello. Con una novela como ésta ya soy feliz.
Esta es mi lista de clásicos americanos, breve y concisa para no aburrir y que prescinde de algunos GRANDES que me gustan pero no tienen su lugar entre mis favoritos. Es mi forma de celebrar el 23 de abril y recordar al buen García Márquez.
Y, por supuesto, leyendo, como cada día y todos los que vendrán.
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