Me veo en la cocina con ocho o nueve años -pongamos ocho- charlando con mi madre. Por algún motivo -¿un trabajo para el cole?- estoy escribiendo a lo que se dedica mi familia. Papá es empleado de banca. ¿Banquero? Noooo, banquero no, empleado de banca (y le han ofrecido el puesto de apoderado pero él se ha negado porque quiere trabajar para vivir y no al contrario). ¿Y mamá? ¿Cómo se llama tu trabajo? Sus labores, me dice ella. "Sus labores" es la expresión más estúpida que me he encontrado jamás. ¿Por qué "sus labores"? Mi madre no sabe explicarme por qué. Por costumbre, supone. ¿No es mejor "ama de casa"? Supone que si. (Pero yo no recuerdo si al final escribí "ama de casa" o el detestable "sus labores".)
Por dos años, no hace tanto, fui ama de casa a tiempo completo. Lo elegí yo, por lo cual siempre me sentí una privilegiada. Llevaba a mi hijo mayor al cole y paseaba con el pequeño. A veces me aburría. A menudo miraba despectivamente a las madres que eran amas de casa siempre y se reunían a desayunar en el bar junto al colegio. Yo desayunaba sola leyendo la prensa. Ama de casa privilegiada y bastante snob. No tengo idealizada esa época pero a veces echo de menos cierta sensación de serenidad -aquella que buscaba y creí encontrar entonces-.
Cosas que me gusta hacer: tender la ropa. Yo tengo mi método para tender la ropa. Primero calcetines bien emparejados. A continuación, bragas y calzoncillos. Luego, todo lo demás. No hay razón alguna pero hacerlo así me relaja -¿trastorno obsesivo-compulsivo, quizás?-. Me gusta planchar la ropa que descuelgo del tendedero. Mientras plancho, medito. Yo soy muy zen planchando. Me sienta bien planchar aunque a menudo acabe con dolor de espalda. Me gusta poner sábanas limpias en las camas. Me gusta ver brillar el espejo del baño. Me gusta fregar los platos con agua caliente en invierno -nunca quise lavavajillas-. Pero detesto limpiar el polvo. Y a veces, cocinar. Sobre todo, planear lo que se va a comer mañana y a cenar (ag, ¿por qué hay que comer y cenar y volver a comer e intentar que todo sea equilibrado y sano?). Y no se coser.
Mi madre cose que da gloria verla. Ya lo hace menos pero, de pequeñas, ella nos hacía siempre la ropa y éramos niñas con vestiditos maravillosos que costaban tres perras con tela del mercadillo. Teníamos muchos vestidos y podíamos casi no repetir ropa entre semana. Cuando vivía en casa de mis padres, ella pasaba las tardes cose que te cose. Puedo echar de menos el runrun monótono de su máquina singer; incluso el momento odioso de probarnos la ropa nueva, las manos siempre frías de mi madre clavando alfileres, su cálida paciencia, esa que tanto a mi me falta.
4 comentarios:
Muy bueno, verdaderamente.
Un beso muy grande
Gracias!!!
Un beso.
Me sigue gustando mucho este post tuyo, porque transmite calma y termina en ella, en la paciencia y gracia de tu madre..Tiene también esa no calma que es como tu minúsculo 'grito' que es el coñazo de tener que planear las comidas, pero, regresa otra vez fuertemente la serenidad..
Un beso. :)
Es un placer transmitir esa sensación de serenidad (no lo soy tanto, no te creas).
Un beso muy grande.
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