jueves, 29 de octubre de 2009

Amor vincit omnia


Lo cual para mi es casi una perogrullada pero no está de más repetirmelo y repetirlo. No quiero ver más allá de pasado mañana y sí quiero repertirme el mantra amoroso que veo en el Embarque para Citerea.

Preciosa obra de Watteau, la tengo abierta aquí delante y la miro mientras escribo. Las damas, sus caballeros, el barco que va -¿o llega? de Citerea. La dama que mira hacia atrás. Es tentador mirar hacia atrás, a veces y pensar en las elecciones que hacemos. Es tentador también pasar, en el camino al barco, como quien no quiere la cosa, pasar casi inmaculada, pasar impermeable.

La dama que oye las palabras de su amante, que oye y asiente a todo lo que el dice. La dama recostada sobre las rodillas de su amante, que le mira y adora. La dama que necesita los brazos de su amante para levantarse, o bien, que necesita que sea él quien tome la decisión de zarpar.

Todo lo vence y es así, tengo cuarenta y un años, en diciembre cumplo cuarenta y dos, yo creo que ya, a estas alturas, se bastante del tema.

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