miércoles, 29 de febrero de 2012

Dime


Esta enciclopedia, que fue mi primera enciclopedia, es la culpable de que yo sea tan repelente. Cuando gano al Trivial. Cuando siento cátedra. Cuando conozco la respuesta de cualquier gilipollez. Cuando salen de mi boca pedanterías sin fin, échenle la culpa a la enciclopedia roja. Los libros coloraos, decíamos en casa.

Las páginas estan churretosas y sobadas, hay manchas de colacao, son un puñado de tomos bien manoseados. Me la leí entera. Menos el Dime cómo funciona que es aburrida. El resto, todo. Por eso soy tan lista.

El Dime cuál será mi profesión tenía mucho peligro. Salía, por ejemplo, la profesión de ramilletera, con un dbujito de una chica de falda vaporosa vendiendo ramilletes de violetas. Con ocho años yo también quería ser una ramilletera como esa. También quería ser bailarina y trapecista.

Me encantaba el Dime dónde está. Salían sitios tan exóticos como el Mar de los Sargazos o el Maelström de las islas Lofoten. Y el Dime quién es donde Marat está a punto de ser apuñalado por Carlota Corday, César Borgia echa veneno en una jarra y Malinche hace de traductora simultánea.

Aunque mi preferido era el Dime cuéntame. Si soy tan listilla con temas literarios la culpa la tiene el Dime cuéntame, que daba un repaso brutal a la literatura de todos los tiempos y ponía fragmentos chulos de gente tan dispar como Homero, Stendhal o Galdós.

Así que si me paso de enterada alguna vez, pues eso, que la culpa es de los libros de ahí arriba y nada más.

sábado, 25 de febrero de 2012

Tifosi

Soy una tifosi del Carnaval y este año una rendida tifosi de la comparsa de Juan Carlos Aragón. Polémicas encendidas las que ha levantado el autor, yo que me empapo a diario con el Diario, me las se muy bien. Yo soy tifosi de La Serenissima. De sus letras afiladas -que se entienden, aunque sean en un peculiar italiano- y de la preciosa, bellísima música de todo su repertorio, de las voces magníficas de un puñado de chavales.

Tifosi del Carnaval de Cádiz, de la ardiente rebeldía con máscara o sin ella, de la alegría loca y sin freno, del derrumbe de las murallas, del sol poniente y el gusto a cerveza en mi boca escuchando buenos tangos. Tifosi de la risa y el escándalo, aquí, ahora, sin planificar mañana.

miércoles, 22 de febrero de 2012

La Convención

Paso al lado de un bar. Un nota en la puerta habla en voz alta. Dice que al rey habría que mandarlo a la guillotina. "Tú qué eres, ¿ Borbón?, a la guillotina". "Tú que eres, ¿duque?, a la guillotina." Literal.

Añade que ahora debería ser como en tiempos de Robespierre. Volver a la Convención. Que corra la sangre por las calles. Esas son sus palabras. El julai tiene pinta de pirata. Barba canosa y aro en la oreja. Me asombro de su cultura. No tanta gente sabe asociar correctamente guillotina con Convención.

Hay que leer más Historia, en estos tiempos.

viernes, 10 de febrero de 2012

Una carpeta


Esta es una de mis viejas carpetas de Facultad. En ella aún guardo papeluchos que por motivos sentimentales me resisto a tirar. La propia carpeta es un motivo sentimental. Miras mi carpeta y te haces una idea de lo tontaina que podía ser yo a los veinte años. Una mezcla de radikalidad y romanticismo ñoñísimo y totalmente compatibles. Veinte años en estado puro.

No recuerdo haber pintado esa rosa. Yo no soy dada a pintar flores. ¿Qué rapto místico me daría para hacerlo?  Colorear me encanta y me relaja, supongo que babearía coloreando esa rosa (cuando me concentro mucho en algo tiendo al babeo).

Las pegatinas, esas pegatinas son una Historia en si mismas. Hay futuro. Subversión. Mili KK. En la facultad yo EXHIBÍA mi carpeta. En pasillos. En clase. En el bar. Que la peña se diera cuenta del percal. Ahí va la de Primero. Tan radikal y tan tía buena. Yo me crecía con mi carpeta. Así de tontaina era yo.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Boca

Ciertas frases funcionan de manera pavloviana, ya lo escribí una vez. E. las conoce bien y las dice casi, casi con recochineo. Yo puedo hacerme la durita, pero si E. dice ciertas cosas mi boca se acomoda. ¿Qué hacer entonces? Yo sigo haciéndome la durita pero mi boca ya va por su lado. Los labios engordan y las glándulas salivares se ponen en marcha.

Jodida boca, sabe expandirse, fruncirse, aclimatarse, encogerse, dilatarse. Es una boca darwinista, ha superado todos los procesos de la selección natural.

martes, 7 de febrero de 2012

Crítica literaria BDSM (2)

He encontrado un buen blog escrito por un chico esclavo. Escribe bien, de forma sencilla y contundente, no se pierde en florituras. Las fotografías no son la horterada cutre-porno que suele adornar los blogs de tíos. Narra sus experiencias, que me da igual si son reales o inventadas, como esclavo con  Amo adorado y bla, bla, bla. Pero ya digo, sin ñoñerías. Una relación D/s contundente y sin concesiones, es muy grato ser voyeur de dos masculinidades enfrentadas.

Pero tiene el defecto de la gran mayoría de blogs dedicados a las relaciones BDSM: es serio de solemnidad. A menudo cuando leo esas descripciones de torturas, sumisión y tal parece que estoy asistiendo a un funeral, joder. Se me podrá objetar que una sesión de tortura y sumisión es una cosa muy seria y no digo yo lo contrario. Es seria, protocolaria y uno está metido en el papel, no hay cachondeo que valga. De acuerdo. Pero yo hablo del momento de describirlo. Una lee esos relatos y se acongoja.

Leo muchos blogs que hablan de relaciones BDSM y en casi todos echo en falta la sana burla, las dosis de autoironía que definen al escritor inteligente. El blog de este chavalote esclavo ganaría muchos puntos si hiciera uso del buen humor. El BDSM, el que se lee en la red,  tiene una apariencia triste y grandilocuente y eso, todos lo sabemos, es rotundamente falso.

lunes, 6 de febrero de 2012

Crítica literaria BDSM

No he leído mucha literatura erótica centrada en BDSM. Acerca del tostón de Historia de O ya tengo algo escrito aquí. La literatura erótica me suele aburrir y, como supongo yo que hará casi todo el mundo, cuando leo algo erótico-bedesemero, me centro en lo que excita y el rollo filosófico lo dejo fuera.

Las edades de Lulú es una excepción, es la típica novela de Almudena Grandes que lees de un tirón. Yo lo hice de jovenzuela y reconozco que la novela cumplió su cometido, que es utilizar sus mejores fragmentos para marturbarse. Si una historia erótica no excita, no vale un duro. A mi de Almudena Grandes no me gusta su manía de adjetivar tanto y el maniqueísmo en el que caen sus personajes, pero suelo leerla por lo entretenida que es. Es una especie de relación amor/odio.

Como cuando la leí yo era una masoquista reprimida, fingí acojonarme con el final, cuando en realidad me flipó. El primer problema de Las edades de Lulú es el final. Esa mazmorra cutre, esa peña rara y chunga, lees eso de novata -cuando no existía internet- y te da susto. Yo era un mar de dudas: me mola la Lulú atada/no me molan los tíos malotes que la amenazan. El sensato/seguro/consensuado brillaban por su ausencia.

El segundo problema de Las edades de Lulú -y en general de toda la literatura erótica- es su falta de sentido del humor. Lulú es una intensa y una triste. Le pasa como a Valérie, en Diario de una ninfómana, que quiere epatar con el sexo y se vuelve trascendente. Ni Lulú ni Valérie se enteran: experimentar con tu cuerpo y sus placeres es divertido, pero las tontas como vosotras no lo saben. En el fondo son chicas misóginas que aún creen que el sexo es caca. Experimentan y sufren, no saben reírse, no saben jugar de verdad, realmente se creen pecadoras.

viernes, 3 de febrero de 2012

En tu piel

Esta mañana estaba yo toda contenta porque tenía mucho trabajo. Un montón de cosas chulas por hacer. Pero me entró frío y me senté con mis compañeras a desayunar (a redesayunar). Hablaban de dietas (otra vez!!!) y luego, de compras. Más tópica no la hay, la conversación. Yo, en momentos así, escucho y digo poco. Respecto al tema dietas voy de sobrada: como no me hacen falta... Respecto al tema rebajas, como ya había escrito aquí sobre eso, me sentía como la que no tiene qué decir. ( Y qué coño, me la sudan los temas típicamente femeninos).

De todas formas me apetecía socializar y me quedé calentándome las manos con el café, además, me suele gustar escuchar a la gente. Antes me jodía no saber qué decir, temía parecer un mueble. Ahora cada vez lo valoro más. Es mejor callar, escuchar y no hablar como una cotorra para decir sandeces. Escuchando se gana mucho. Se aprende (lo cual es una perogrullada de frase, pero tampoco tengo el blog para escribir todo el rato frases brillantes).

Después charlamos, tú y yo,  un rato y cuando lo hacemos me resulta fácil meterme en tu piel. Sólo hay que escucharte. Antes me ponía nerviosa si no sabía de qué hablar. Antes era capaz de decir muchas sandeces. Ahora hablo poco y ese es el mejor ritmo: tú hablas, yo te escucho e intento meterme en tu piel. No me gustaría que sacaras la conclusión de que eso es muy "de sumisa" porque, carajo, no lo es: es sólo empatía, algo que se me da bastante bien.

jueves, 2 de febrero de 2012

Lujuria + Carnaval

La primera vez que fui a Cádiz en Carnaval fue en 1987, el año que Un montón de guanaminos ganó el primer premio de chirigotas. Recuerdo que no me gustaron por la tele, pero días después les vi en un tablado de la Plaza San Francisco y fue otra cosa, menudo hartón de reir.

Mi amiga AB me invitó a su piso y fui en un autobús lleno de peña con ganas de cachondeo. Yo iba sola y estuve un rato de cruce de miraditas con un chavalito mono. Más pava no se podía ser. En esa época yo atravesaba una horrorosa fase de existencialismo romántico. O dicho de otra forma: aún era VIRGEN  y estaba más caliente que los palos de un churrero.

Mi amiga vivía en un cutrepiso del centro que compartía con tres estudiantes más. Uno de ellos, al que llamaremos Juan, era su futuro novio, pero en aquel febrero estaban en plan jiji-jaja. Para mi bochorno, el chavalito de las miraditas en el autobús era amigo de Juan y allí, en el cutrepiso me lo encontré de nuevo. Pero como el piso estaba lleno de gente, pude hacerme la loca todo el tiempo. Yo estaba caliente pero la tontería me superaba.

Esa noche salimos disfrazados de mamarracho. Mi amiga, su hermano el chirigotero con un amigo guapo y un puñado de primos, que mi amiga tiene de todos los colores. A mi me molaba el amigo guapo del hermano chirigotero de AB; tenía barbita de tres días, que en los ochenta era tan resultona, y era un cachondo mental. Pero él era un tío mayor y guay. Yo me arrimaba a él todo lo que podía, pero ná, como si fuera invisible. O peor aún, una amiga de una hermana -y hermana pequeña para más inri-, lo cual es una insignificancia.

Mi líbido se disparó aún más cuando nos encontramos a S, aquel estudiante de Medicina morbosete. Era la segunda vez que nos veíamos y joder, seguía teniendo la misma cara de vicioso. Yo, tan virgen y tan atontada, me hacía la interesante con mi cigarrito pero ná: la Plaza Mina un sábado de Carnaval es una locura. Imposible dejar de ser doncella una noche así.

El final de la noche fue horroroso -pero cuando lo recuerdo con AB nos partimos la caja-. En su cuarto dormimos lo menos diez personas, el amigo guapo del hermano entre ellas, pero en la otra esquina. Yo no pegué ojo entre mi amiga y la prima, con otro primo cruzado en la cama, a los pies. Un churreteo. Al día siguiente, la cola para el baño fue kilométrica. También estaba el chavalito de las miraditas, pero yo ya ni me acordaba de él.

Total, que volví a casa en el mismo autobús, pero ahora lleno de gente amuermada. Volvía con resaca y el himen intacto, maldita sea, me había hecho ilusiones, es que nos venden el Carnaval como una cosa de lujuria y sinsentidos pero ná, no es pa tanto.