sábado, 22 de abril de 2017

El cajón de las bragas

Estuve ordenando el cajón de las bragas. Yo lo llamo así y más gente también; queda super cursi llamarlo "cajón de la ropa interior" aunque realmente lo sea. En mi cajón de las bragas también guardo los sujetadores y los calcetines. En invierno pongo los calcetines gordos y en primavera los voy cambiando por los bikinis. Calcetines gordos y bikinis viajan así cada cambio de estación de un cajón a otro, de mi cuarto al cuarto de los trastos.

Ordenar un cajón de las bragas consiste en tirar las bragas muy viejas. Sólo las extremadamente viejas, que tienen algún agujerito y han cedido en el elástico. Mis bragas son siempre de algodón, la mayoría blancas, y las viejas, pero no mucho, son las mejores para andar por casa. Suaves y cómodas. Las de algodón más nuevas son para la calle, no es plan de salir a la calle con bragas viejas. Las he ordenado y he hecho sitio para las que pronto me compre.

También he tirado calcetines, y he desterrado los gordos al otro cuarto. Espero no tener que volver a verlos en mucho tiempo. No hablemos de calcetines.

Y mis sujetadores: tampoco soy muy fan y en cuanto llego a casa me lo quito y a la mierda. He revisado los que tengo y no he tirado ninguno, están más o menos pasables la mayoría y uno sin estrenar.

Ordenar el cajón de las bragas me sirve para fantasear también un poco: mi ropa interior bonita la pongo en una esquina, primorosamente doblada y con una pastilla de jabón en medio. Tengo monadas en negro, en rosa, en azul, no muchas.  yo soy de reservar las monadas para ocasiones especiales y en verano. Soy una perezosa para la lencería mona, nunca aprenderé.

Yo fantaseo con mi ropa interior bonita y mientras la ordeno tengo hasta tiempo para añorar. Tengo un conjunto burdeos que me puse sólo una vez, hace eones, cuando era una jovencilla hambrienta. Lo guardo en el fondo, siempre en el mismo lugar, lo desdoblo, lo huelo (huele a jabón), lo vuelvo a doblar acordándome de aquella tarde. Tengo un conjunto rosa que me puse sólo dos veces, cuando era una adulta hambrienta. Me lo pruebo y compruebo que me sigue quedando bien y confío en volver a tener hambre. Ordenar mi cajón de las bragas siempre me llena de esperanza.

lunes, 10 de abril de 2017

Ética promiscua, divorcios y sororidad


Una compañera lloraba a mares en el trabajo. Su marido le decía por whassap que quería el divorcio y luego la había bloqueado. ¡Por whassap! El tipo andaba a unos mil kilómetros de ella y al parecer era la razón principal que esgrimía para divorciarse. Mi compañera lloraba con pena honda pero no se si porque le sigue queriendo o  por la humillación. Ella es muy suya y yo no tengo mucha confianza.

Lo bueno es que el resto de mujeres del trabajo nos hemos dedicado a levantarle el ánimo, ensalzando las virtudes de estar sola mejor que mal acompañada, las infinitas posibilidades del Tinder ( o mejor aún, de Tarifa ahora que llega el verano) y que ella es tela de guapa y lo vale. Ahora, en vacaciones, se ha ido con otra compañera que no tiene pareja a uno de esos viajes de ensueño que han improvisado en dos días. Sororidad que se llama (primera vez que uso esta palabra, no es bonita pero lo que significa, sí que lo es).

La mitad del núcleo duro de mis amigas se divorció. Dos tienen nuevas parejas y que yo sepa andan muy enamorados. Las otras dos están sin pareja; una dice que feliz y la otra con ganas de encontrar. Yo conozco a todos sus ex. Uno es un encanto pero muy egoísta. Otro es también egoísta pero capullo, aunque no malo. Los otros dos son unos mierdas. Me alegré de cada divorcio porque mis amigas no eran felices. También hubo apoyo y consuelo en aquellos días de separación, algunas más traumáticas que otras.

Le habría hablado a mi compañera de trabajo recién divorciada de Ética promiscua, pero no hay confianza. A mis amigas aún no les conté porque no nos vemos ni a tiros. Ética promiscua viene fenomenal para relativizar las dependencias amorosas y al AMOR en sí. El planteamiento que propone en cuanto a relaciones sexuales, afectivas y amorosas es difícil de digerir para cierta gente. Incluso, en este Sur provinciano donde me muevo yo y mis amigas, resultaría complicado (creo) encontrar gente dispuesta a este concepto abierto y valiente del amor. Yo ya lo tengo por bandera y sólo me falta público para hacer proselitismo, lo cual no es fácil: cada vez me siento más tímida y este Sur es cada vez  más rancio.