domingo, 29 de enero de 2017

Donde estaba la felicidad

Celebramos la fiesta de cumpleaños de una amiga, no la más antigua de todas, la siguiente, esa que iba al otro Instituto, fumaba con 16 años y parecía mayor y muy a la vuelta de todo. Cumplió, mi amiga, cincuenta años y lo celebramos como debe ser. Con la música que a ella le gusta en una azotea llena de sol; con comida abundante, con vino y vermut y sin que faltara nadie.

Fue en noviembre y se lo pasó bien ,ella que tiende a la crítica inmisericorde. Lo se porque casi al final, tras los regalos,  cuando el sol ya se había puesto y empezaba a hacer un frío severo en aquella azotea, ya estaba medio borracha y besucona. Al despedirme le di un abrazo y le dije que "te quiero" y ella por poco se me pone a llorar.

Pero no era un "te quiero" de exaltación de la amistad porque yo no estaba borracha. Era el "te quiero" que ya digo siempre desde que A., mi más antigua amiga, me confesó una vez, no hace mucho, cuánto lamenta no decirlo con frecuencia. Y yo, que no suelo ser parca en mis "te quiero" ahora, tras ese día atroz del final del verano, voy soltándolos  de manera selectiva, sí, pero sin pausa.

Ella, mi amiga que cumplió cincuenta, no es fácil de ablandar. Siempre tuvo el papel de dura -papel que no se cree nadie- y nos es muy difícil sacarle palabras de amor. En su cumpleaños, aquella tarde de sol frío, de blues y gente querida, se sorprendió con mi "te quiero" y me jode que se sorprenda. Aunque quizás sea culpa mía, y no suya, por mis inestables muestras de amistad, yo que salgo poco, que la llamo poco y parezco siempre tan distante.

Ahora ese día de noviembre lleno de luz lo guardo para recordarme que no soy tan rara.

miércoles, 11 de enero de 2017

Embate de la indignada

Yo llevo muy mal cuando la gente cabreada por algo intenta atraparme. Una compañera andaba enfadada por el retraso de una obra en el edificio donde trabajamos. Era uno de esos cabreos contra los que poco se puede hacer y además su fastidio era por un hecho que podría o no podría ocurrir. Es muy absurda la ira si desconocemos lo que va a pasar, es como una pérdida de tiempo, un desgaste inútil de energía, una especie de autoenvenenamiento.

Mi compañera me hablaba irritadísima. Su cólera me llegaba a oleadas, una ola, otra ola, una marea acongojante. La edad. eso es madurar: aguanté sin mover un músculo de la cara su fastidio. Yo la veía venir: quería atraparme, liarme en su mosqueo, es que me conoce y sabe lo tonta que soy y cómo me meto en la red yo solita. Pero no, ya digo que es la edad. Yo veía venir sus embates sulfurados y yo estoica, ciega no pero casi sorda. Intentando ser sorda. 

No va conmigo.
No me interesa.
No pico, joder. 

Y ella bla,bla,bla, tan enfadada, tan ineficazmente indignada. 

Acabé agotada pero limpia como una patena. 


domingo, 8 de enero de 2017

Llegar a vieja y ser una cutre

Esta frase la tengo al final de una entrada de hace tiempo, me gustó y la apunté como título de un post que quedó en borrador. Tengo muchas entradas en el borrador y las dejo como muestra arqueológica de lo que pensaba hace meses o años. La he intentado recuperar varias veces sin inspiración y ni siquiera se si hoy la lograré terminar.

Terror,ser vieja y cutre. Me tiraría por un barranco o me sometería a cualquier otro tipo de muerte rápida si me vuelvo una vieja cutre. No voy a poner aquí chorradas de esas de la juventud que se lleva en el corazón, incluso ahora que me empeño en repetirme frases bonitas para ser feliz.

(Eso también, lo de la felicidad)

 Llegar a vieja con orgullo, qué pasa, aunque falta ¿mucho? aún, pero se que seré una vieja que reivindique el término. Hasta acaricio la idea de ir dejándome, en unos años, el pelo blanco ideal de la muerte. Vieja filosofante, vieja plácida, vieja caminante, vieja reflexiva y locamente mindfullness; se intentará aunque el cutrerío aceche.

lunes, 2 de enero de 2017

Lo que hice en este tiempo

Lo que no hice fue escribir.

He intentado desintoxicarme. La larga primavera fue un período de envenenamiento y no digamos el mes de junio. Cuando destilas toxicidad es mejor no escribir, es una norma que tengo. Escribir envenenada es caca. Yo lo que hago es leer, dejar correr el tiempo y hacer como si nada. Disimular es lo mío.

Luego vino el verano y caminé mucho, me harté de caminar playa arriba y abajo; mientras caía en la cuenta de qué pesadez de tía soy, joder.

Así no hay quién escriba.

Cuando una se cansa de ser M. y todos los recuerdos que lleva a las espaldas.

El 31 de agosto, mi último día de vacaciones, a las nueve y pocos minutos, hubo un pequeño temblor de tierra. Se movió la mesa de mi patio, la silla de plástico, fue divertido y aterrador. Aterrador en tres milisegundos, luego fueron largas risas nerviosas, charlas por whatssap y consultas a twitter. Mi último día de vacaciones y un otoño lleno de expectativas.

Mi error, las mierdosas expectativas. El otoño fue tenso, criminal, interminable. A veces tenía ganas de escribir pero no tiempo. A veces tenía ganas de ser la de 2008, o la de 2010. O la del mismo 2015.

Pero es que ni siquiera la recuerdo, a esa.