lunes, 14 de noviembre de 2011

Pedante

Cuando soy pedante a E. se le pone dura. Es uno de esos misterios masculinos. Una se pone ingenuamente a escribir sobre libros que lee, sobre cuadros que ama, sobre el teatro que ha visto y la reacción deviene en erección. Yo creo que es por la mezcla de pedantería e ingenuidad. Porque mi pedantería no es de las malas, de esas que van aplastando al que tienes delante. Yo soy una pedantilla humilde, que usa su blog para molar, pero en el fondo, en un bis a bis, soy una pava que habla poco y sólo sabe sonreir.

Si me encuentras en una reunión, yo soy la típica que se queda en el fuego cruzado de frases. La gente se pone a contar sus batallitas y yo soy la que se queda atrás, hago así, mmm, ejj, ahmmmm, pero siempre hay un listo que se me adelanta. Claro que a veces, cuando pillo la vez, te puedo soltar una frase brillante, o una frase graciosa -no olvidemos que vengo de familia carnavalesca- y hago que la gente se parta de risa conmigo. Pero la pedantería de viva voz no me suele salir a no ser que esté en petit comité y con gente de muchísima confianza. Entonces, cuando suelto mi chorrada pedante, siempre hay un alma caritativa que me hace aterrizar. Por eso digo que no soy mala. 

Y aquí, pues seguiré de vez en cuando con mis gilipolleces, porque si el resultado es el que arriba expongo, no hay mal que por bien no venga.

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