Ha entrado una golondrina en mi casa. Es una golondrina adolescente. Tiene el pechillo pardo y la cola corta. La pobre está asustada y no da pie con bola para salir. Si me acerco se asusta más así que he optado por dejarla a su bola. Confío en que salga, tengo todas las ventanas y puertas abiertas.
De pequeña tuvimos un gorrión en casa de mi abuela. El típico gorrioncejo que se cae del nido y no atina a encontrarlo. Le dábamos pan mojado en agua, el tío tragaba y tragaba. Y también le dábamos pera. Le pusimos Pichi, como el gorrioncito de Heidi. Era un amor.
Ya veremos qué nombre le ponemos a la golondrina.
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