Tengo claras convicciones políticas. No me parece bien que haya gente que pase, que se abstenga, que no opine. Admiro a las personas que saben dialogar y no llegan al enfrentamiento en sus ideas. No desprecio casi ninguna ideología política -el "casi" es el consabido: cualquier ideología antidemocrática es despreciable-.
Eso sí, que nadie me pida que teorice. Por eso, soy incapaz de teorizar sobre lo que está ocurriendo en Túnez y en Egipto, las revoluciones que despiertan al Magreb. Estos días las sigo con interés y respeto.
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