He cumplido cuarenta y tres años.
He renovado mis votos hacia E.
Ahora yo podría escribir un bonito, arrebatado y romantiquísimo texto sobre la entrega y la sumisión, pero está claro que no. Si pusiera por escrito palabra por palabra todas las que se pronunciaron, saldría un post rebosante de pasión esclava. Saldrían palabras bonitas y místicas. No es mi estilo.
Porque no encuentro las palabras exactas -yo, que adoro la exactitud linguística- para nombrar lo inefable. La voz de E., las palabras seguras de E., su tacto cálido. No encuentro adjetivos. Era E. y puedo llamarle Amo, puedo nombrarle de las múltiples maneras que denominan a la persona amada y poderosa, pero al escribirlas no le hacen honor.
Tampoco puedo trascribir la plenitud, la dicha, la serenidad. Ni la pasión. Porque no fueron palabras ni actos producto de mi calentura -aunque la tuviera- . No me da la gana escribirlo, joder, no me da la gana escribir cosas bonitas sobre entrega, sumisión y Dominación porque saldría una cosa ñoña y sin sentido. Y mis votos, lo que he recuperado, los vínculos que se han renovado entre los dos no tienen palabras que los definan.
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