sábado, 24 de octubre de 2015

Contra los espacios femeninos

El domingo estuve almorzando fuera y mirando a la gente que se sentaba en las mesas próximas, es una costumbre muy fea que tengo. En la mesa de mi derecha se agrupaban cuatro matrimonios mayores, ocho damas y caballeros de más de 65 años, arreglados de domingo. Como es habitual, los caballeros se sentaban a un lado y las damas a otro y aunque la conversación era animada y general, se advertía la complicidad masculina y femenina en cada grupo.

Yo huyo de la exclusividad femenina en los restaurantes cuando salgo a comer con un grupo de gente. Alguna vez me ha ocurrido que he llegado con retraso y las mujeres de la pandilla me han guardado sitio junto a ellas. Así de manera supersolidaria. Quién se niega a tanta bondad.

Me paso por una web de mujeres que una amiga enlaza en facebook. Un espacio femenino y entiendo que para muchas sea necesario pero a mi esas exclusividades me dan arcadas. La web que digo pretende ser un lugar de encuentro de almas sensibles, un sitio donde mujeres de todo tipo compartan afectos, cuidados, un espacio de reafirmación y emponderamiento... esas cosas. A mi tanta corrección  y tanta camaradería ya digo que me hace vomitar.

Entiendo que haya feminismos que abogan por los espacios no mixtos pero a mi esas cosas me recuerdan a cuando iba a mi colegio, que era público pero las niñas no se juntaban con los niños, ni siquiera en el recreo, -una línea imaginaria en el centro del patio nos separaba y ay de quién osara sobrepasarla. Tanta niña junta, y ahora, reunirme sólo con mujeres es una situación que me abruma.

Entiendo que existan esos feminismos que no desean compartir espacios con tipos que les resultan agresivos pero no comparto esa forma de acción feminista. ¿Es una especie de huida? ¿Se hace una mujer más fuerte mediante la exclusión? Me resulta muy insultante el concepto de hacernos fuertes mediante la huida o el rechazo de los otros. Tampoco entiendo que se monten espacios de esencia femenina como si las características de sensibilidad y afectividad no sean también masculinas. A mi nunca me gustó calificarme como mujer sensible frente a machos insensibles. Ni lo soy ni lo he vivido.

Me gustan los espacios compartidos con mujeres y sobre todo, con hombres. Espacios mixtos que les llaman. No se crean que lo hago con mucha frecuencia porque huyo de los agrupamientos pero en el trabajo y en los momentos de ocio prefiero mezclarme y, si se da el caso de recibir esos pequeños ataques micromachistas que surgen como las setas, prefiero reaccionar y enfrentarme a salir corriendo hacia un detestable espacio seguro y femenino.


domingo, 18 de octubre de 2015

Yo quería ser escritora


Pobre vieja máquina de escribir. En los noventa quedó arrinconada y nunca más la miré. Ha participado en varias mudanzas y por supuesto, en la última quedó arramblada en una estantería acumulando polvo, pero quién tiene la maldad de tirarla a la basura. Yo no.

Tiene unas teclas durísimas, las muy cabronas me hacían añicos los dedos índice de cada mano. Yo sólo se escribir con los índices y soy de golpear obtusamente las teclas, ya saben que le pongo pasión a todo. Así que cuando tenía que acabar alguno de aquellos inacabables trabajos de la carrera, con el tiempo justo, los pobres dedos índice míos terminaban desollados y muy doloridos.

Esa Olivetti baratita produjo trabajos de carrera muy chulos de sobresaliente. Y poemas muy tristes -ahora risibles- de suficiente pelao. No fue mi primera máquina de escribir. Con la primera compuse mi primer cuento a los once años cuando era una ecologista de las primigenias, joder, entonces nadie era ecologista y yo ya escribía feroces críticas a la deforestación. Mi cuento hablaba de un viejo roble sufriente (y en mi tierra no hay ni uno, que aquí lo que tenemos son alcornoques, pero suena menos poético) y lo mandé a un concurso de mayores, así, con dos ovarios: pero tras enviarlo por correo sentí tanta vergüenza que me desentendí y nunca más quise hablar del tema.

Ese ha sido mi problema como escritora. Que me da una vergüenza tremenda hablar del tema. Tengo una amiga del face que va a publicar su primera novela y lo proclama a los cuatro vientos de su muro. Yo admiro esa actitud. Claramente en el momento en que salga su novela ya tendrá a un número considerable de amigos del facebook dispuestos a leerla. Esa es la mentalidad de escritora que yo no tengo. Escribo a escondidas y me pregunto qué trauma infantil del carajo tendré para seguir siendo una anónima a mis años.

Pero ya saben (si me siguen leyendo, joder), soy una insociable y no me voy a bajar del burro.