domingo, 26 de mayo de 2013

El (trillado) vocabulario D/s

Hay palabras que de tanto usarlas pierden su valor. También pierden su valor por mal uso. A mi eso me da una rabia tremenda. La alegría con que se le llena a muchas y muchos la boca con el rimbombante vocabulario D/s. Porque ya me suena a rimbombante , esas palabras que una vez yo también usé y también se me llenaba la boca con ellas.

Hoy día prefiero obviarlas. Supongo que por ir de original. O por negarme a utilizar lo que a menudo la gente del mundo BDSM usa con tanta alegría como poca cabeza. Son palabras que se me han desvirtuado. Que me suenan a hueco. Que no me dicen nada (quizás sólo me producen una leve sensación de ridículo).

Palabras como Amo. Esclava. Entrega, Sumisión. Pffff, qué pereza.

No se si estaré escribiendo yo una herejía muy gorda. A E. se lo he contado y no me ha dicho que sea una herejía pero es que Él me entiende muy bien. Lo cierto es que me mola ir de hereje y disidente y cruzar las líneas de la ortodoxia. Cualquier cosa menos ser una más del cotarro sumisil, ese que llena sus diarios de palabras muy bonitas y que suenan a falso. A mi me suenan a falso Yo es que soy un poquito jacobina.

Lo que pasa es que no se (aún) qué palabras nuevas usar.


viernes, 24 de mayo de 2013

Como nunca me verán

Yo soy muy Capricornio en el vestir. Ya se que queda fatal justificarse con el signo del Zodíaco pero es que concuerda. Lees la forma de vestir de una Capricornio en cualquier revistilla de mala muerte y la palabra AUSTERA es la reina.

Yo soy austera. No monjil. No mojigata. No Rotenmeyer. Soy austera en el sentido de sobria y poco dada a lo extravagante. A mis hermanas en cambio da gloria verlas cuando se visten en modo extravagante. Lo bien que lo lucen. En cambio yo, que intento por todos los medios no caer en la sosez,  nunca me atrevo a ponerme cosas que den la campanada.

Por ejemplo,

Sombreros. Como mucho, mucho me pongo gorrito de lana por las mañanas camino del trabajo. O cuando subo al dulce pueblecito en invierno. Pero sombreritos lindos no me atrevo. Una vez en el amigo invisible me regalaron una preciosidad gris y ahí sigue en un armario, muerto de risa. Me da penita no ponérmelo pero el miedo a DESTACAR me puede.
A Miss Delevigne le queda bien

Tocados. Por el mismo motivo, jamás llevaría tocado en eventos de postín. Me han invitado a algunos donde la madrina gilipollas requería uso de tocado y yo me he negado cerrilmente. Yo me moriría allí de pie, en la puerta de la iglesia, en ese momento absurdo en que esperas a los novios salir para echarles arroz pétalos de rosa, con las vecinas mironas del barrio pasándolo pipa... Y además que no le doy gusto a las madrinas gilipollas.
Radiante en las bodas

Manicura francesa. Ya me atrevo a pintarme las uñas de vez en cuando y sólo para salir de noche. Y antes me las corto y limo cuidadosamente para que no destaquen nada. Pero ese HORROR de manicura francesa, que además es la horterez supina, jamás.
Qué pereza, madre

Mechas. Una vez mi madre me sugirió que me pusiera mechas rubias para suavizarme los rasgos. Mechas rubias. Porque ya voy para mayor. Para disimular mejor las canas. En fin. Yo voy de chula siempre alardeando que no tengo prejuicios de nada ni de nadie. Pero si. Los tengo hacia ciertas mujeres que se ponen mechas rubias. A casi todas las mujeres con mechas rubias. Es un prejuicio irracional, como todos los prejuicios. No quiero buscar explicación.
Mechas de bote

And last but not least

Maxicollar. Yo se que son bonitos. Que favorecen tela. Que te los pones con un vestido soso y pareces otra. Que son tendencia. Todo eso lo se, pero siempre que he probado uno me he sentido la payasa del lugar. O que TODO el mundo me va a mirar. Y se va a reír o algo chungo. Las austeras es que nos comemos mucho la cabeza, en el fondo.
Heidi y su MAXICOLLAR

martes, 21 de mayo de 2013

El evento absurdo

No hay evento social más absurdo que una primera comunión. Este año estoy feliz porque no tengo ninguna pero el año pasado me tragué dos y fueron insufribles. Este año veo pasar a la gente camino de la iglesia del barrio y se me afilan los colmillos de gusto.

Pobrecitos los niños de las comuniones del año pasado. Yo les di un beso y no los volví a ver en todo el día. Los niños de comunión son meros pretextos para la fiesta. Van ridículos en sus trajes y entran en modo hiperactivo tras la ceremonia. Comen cuatro patatas fritas y se lanzan a las colchonetas hinchables y ya no hay quien los vea. Te olvidas de ellos al primer langostino.

Los padres del niño de comunión compiten entre ellos por ver quien la monta más gorda. En una de las comuniones del año pasado pusieron un carrito de chuches. Cierto que aparecieron los niños -existían!!!- pero el subidón de azúcar que les dio les hizo más temibles. En la otra comunión hubo castillo hinchable y fue una metedura de pata porque apenas había niños pequeños y en cambio abundaban los adolescentes. Se aburrieron como ostras.

Como tengo tanta empatía, me alegro de ver a tías abuelas y primas segundas que nunca veo y hasta me intereso por sus vidas (un poco, porque socializar se me hace interminable). Pero como tengo la conversación corta, pronto me aburro, me abrumo y me pierdo jugueteando con las migas del mantel. Me consuelo saliendo a fumarme un cigarrito y así hago un rato el paripé de estar pasándolo superbien.

Lo malo es cuando caigo en bucle y me veo en corrillo con otras mujeres de mi edad y hablando de cosas de mujeres de mi edad. Mi empatía funciona a tope y me es imposible salir del bucle. Otro cigarrito, un sorbo de gin-tónic y la maraña de una conversación cada vez más en modo arpía.

Las comuniones del año pasado me dejaron muy maltrecha e intoxicada. Bendigo al cielo no tener ni una este año.


lunes, 20 de mayo de 2013

Sexo, copas y bolsos

El sexo fue, este fin de semana, nuestro tema de conversación favorito. Cierto que hablamos de casi todo (poco de trabajo, afortunadamente) pero de sexo fue lo más. Que somos unas indecentes y unas charlatanas es verdad. A los camareros les hacemos mucha gracia.

Mis amigas son, además, unas borrachuzas. Cervezas, vino y gin-tónics cayeron sin medida y nadie se lamentó. Y siempre piden postre (algunas dicen que a partir de esta semana se ponen a dieta).

Se suponía que íbamos a hacer turismo pero se metieron en una tienda a comprar bolsos. Son unas consumistas de mala madre. TODAS compraron bolsos -y yo también, una monada de bolso blanco y negro con aire a bolsa deportiva versión chic-. Yo realmente no tenía intención de comprar un bolso pero piqué y el jolgorio fue generalizado.

Fuimos muy depravadas, estos días, las cinco.

domingo, 12 de mayo de 2013

Bastinado

Él dice "bastinado" y a mi me saltan chispas en el cerebro y, mediante ese efecto pavloviano que los dos conocemos bien, empiezo a salivar. Dice "bastinado" con esa voz suya un poco nueva, con un nuevo y leve matiz que no se definir.

Creo que soy muy cabrona porque salivo de placer con esa promesa. El bastinado no es poca cosa, duele de forma irritante y es un coñazo. Un auténtico coñazo. Pero yo salivo de placer y entonces deduzco que mi masoquismo sigue en plenas facultades.

Pero hay más. Yo lo se y supongo que Él también lo sabe. Él dice "bastinado" y le reconozco esa forma seca y un poco cruel de modular de la voz. Lo hace muy bien. Sabe poner "des" y "eses" en su lugar exacto (no como yo)  y sabe arrancarme el control.

Entonces compruebo que nuestra transacción de poderes sigue, también, en plenas facultades.

sábado, 11 de mayo de 2013

Mi ropa fetiche

Yo no soy nada fetichista. Pero nada, nada. Y es muy triste porque ser una mujer sensual de medias y liguero te da muchos puntos, pero no. Yo medias lo justo y liguero, en fin, mejor no cuento. No es que yo sea un desastre vistiendo. Fui un desastre en su día, tuve mis rachas de  desarreglo y mis épocas chandaleras  que afortunadamente pasaron y no volvieron. Pero no me verán casi nunca hecha un pincel por la calle ni por supuesto para ir a trabajar (sería de risa).

Yo soy de vaqueros en invierno y de vestidos con sandalia en verano, lo cual no me hace especialmente erótica, ni hechicera, ni felina ni cosas así que no me pegan ni con cola. Pero tengo comprobado que hay ropa despierta-líbidos y que es ropa que una no sospecha que lo sea, porque una es realmente ingenua y piensa que el resto del mundo también lo es.

Es cierto que rulan en mi armario vestiditos para follar, de esos que sólo hay que arremangar un poco. Yo he tenido vestidos de esos que se pegan al cuerpo y me los he puesto con premeditación. Una era así de básica. Me he puesto vestiditos para follar y con esa intención he salido a la calle. Pero no siempre acertaba. Tuve un vestidito verde que era una ricura. A mi el verde fuerte me queda estupendamente. También tuve un vestidito muy corto y muy jipi, de esos desteñidos, que era también una prenda de folleteo pero no me daba tanta suerte. Joder, creo que era un vestido gafado. Las veces que me lo puse ocurrieron dramas de AMOR. Pero yo le tenía mucho cariño a aquel vestido.

Pero los vestidos para follar son demasiado previsibles. A mi realmente los que me gustan son los vestidos-Amélie, esos que te dan un aura inocente y primaveral.  Hubo un vestido abrochado por delante, una especie de vestido camisero que me trajo triunfos y admiradores a partes iguales.  Nivel sexy = cero,  pero me han llamado morbosa por llevarlo. Ese es uno de los misterios masculinos que más me gustan: que te encuentren morbosa cuando vas hecha una Amélie.

O con  vaqueros y camiseta. Yo, lo que de verdad adoro, es seducir en vaqueros. Llámenme cutre, pero seducir con lencería fina está muy visto.

jueves, 9 de mayo de 2013

Es la ilusión de todos los días

Iba a escribir un post muy hostil sobre los que no hicieron huelga hoy. Estaba cargada de razones contundentes. De forma inaudita, me iba a salir un bonito post POLÍTICO, nada aburrido, muy irónico, muy  chulo.

Pero no.

Antes de ponerme a escribir volví a mirar un vídeo que hicimos el año pasado. Salimos todos y hay un cielo azul, ese pobre jardín tan verde y todos vamos vestidos de verano, llenos de color. Tan positivo, tan de buen rollito que se me pasó la hostilidad y pensé que no merecía la pena agriarme la tarde.

(No fui a la concentración. Me dio un ataque de fobia social)

Lo cierto es que a mi no me quitan la ilusión de cada día (aunque hubo mañanas este invierno que se me hicieron muy cuesta arriba). Ahora renovada, porque aparecen en el horizonte nuevas posibilidades de crecer, de innovar, de profundizar, de mejorar.

Yo hice huelga y tengo mis motivos. Pero mañana es otro día lleno de posibilidades (y alguna bronca, por supuesto). Y esa ilusión no me la van a quitar desde un despacho, joder que no.




martes, 7 de mayo de 2013

Las Madres Perfectas

Cuando charlo -o más bien escucho charlar- a Madres Perfectas me entran ganas de serlo yo también, porque parece estar chupado. También me entra cierta envidia, porque nunca seré perfecta y no lo escribo en plan guay, ese de "en el fondo mola más no ser perfecta". (¿O quizás sí que lo escribo en ese plan?)

Las Madres Perfectas que frecuento se pasan las tardes arriba y abajo con el coche, llevando a sus niños al Conservatorio. Llevar a los hijos al Conservatorio es una pasada: te da un halo de familia superculta y casi sacrosanta. Y si lo que tocan los niños son instrumentos chulos como la trompa o el fagot, ya te mueres. Es como un grado superior de perfección maternal.

También saben hacerles disfraces a sus niños para fiestas del cole. Y maquetas alucinantes para Plástica. Hacen piñatas y tartas con la Thermomix que saben a gloria -y si saben hacer cupcakes con florecillas, ahí ya consiguen otro grado superior-.

Yo me siento muy imperfecta cuando las Madres Chachis hablan del tema "Es mejor tener los hijos seguidos". Como yo me pensé seis años ir a por mi segundo hijo, me siento un gusano miserable y egoísta cuando las escucho contar las bondades de tener niños que se lleven como mucho un par de años. Ellas argumentan que sí, que las pasas putas durante un tiempo -sin dormir decentemente, sin vida personal y tal- pero que te compensa porque así los hermanos se crían juntos y se lo pasan mejor. Es de una lógica aplastante.

Yo no voy a contar aquí qué tipo de madre soy. No se lo cuento ni a mis compañeras Madres Perfectas. Probablemente me de verguenza reconocer ciertos fallos y seguramente me sienta orgullosa de hacer cosas que las Madres Perfectas nunca harían. Como casi siempre, escribir estas chorradas sólo me sirve de desahogo.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Parque del HORROR



Esta soy yo aterrada en el tobogán. Era un tobogán-de-la-muerte, de hierro, durísimo. En verano te quemaba el culo. Ya no permiten toboganes así en los parques, con esos filos cortantes. La escalerita tenía mini-peldaños. Trepar por ellos con tacones de gitana no era fácil.

La mano con reloj que sale a la derecha es la de mi abuelo. Él siempre me llevaba al parque. La mano está ahí pendiente y seguramente me animaba a tirarme. Mi abuelo sabía muy bien cuánto me aterraban los toboganes, pero el pobre me alentaba a ser una niña normal.

Salgo vestida de corto porque es Feria. Era tradición ir al parque en Feria porque por la mañana ponían un espectáculo de guiñol. Salía un muñeco llamado Peneque que molía a palos a los demás. Yo nunca le vi la gracia. Ni a los palos ni a los guiñoles, que en el fondo me dan miedito.

Montar en el tobogán asesino vestida de corto es aún más HORROR  que montar vestida normal. El traje de corto es incómodo, aunque supongo que yo, en ese momento me vería irresistible. Llevo moño, clavel y sombrero cordobés. También camisa de chorreras, fajín y pantalones bien apretados. Toda ceñida y constreñida. Además de los tacones. Un despropósito para corretear por el parque.

Pero yo nunca fui niña de correteos ni de socializar, como bien se sabe.  Mi frase odiada en el parque era: "Mar, niña, búscate amiguitos". Qué coño de amiguitos. Como si fuera fácil hacer amiguitos entre locos desconocidos.

En el fondo yo prefería el tobogán porque, aunque estaba alto, me permitía ir a mi bola, excepto cuando había presión por abajo (sólo hay que ver al niño que está trepando y me mira con cara de "valiente pazguata la de arriba"). También me molaban los columpios, porque me permitían soñar con volar (yo era una niña muy cursi) y sobre todo era lo más individual del parque.

Todavía hoy, cuando voy al nuevo parque, con toboganes de líneas curvas y bienaventuradas, siento la antigua opresión en el pecho cuando compruebo cuántos niños sociables hay por allí. Y me alegro de ser mayor y no tener que buscar amiguitos para jugar. Joder.