martes, 30 de septiembre de 2008

El ex-heroinómano budista.

En el año 1991, de julio a diciembre, estuve con Pedro. El 2 de agosto nos besamos. El 27 o 28 de diciembre, días después de mi cumpleaños, hablamos y dejamos que nuestra relación acabara.

A veces relaciones con magia como aquellas, agotadoras, intensas y por mi parte, hambrientas, pueden acabar en pura mierda. No contaré aquí como acabó.

Sí cómo empezó, a primeros de julio, en el nuevo puesto al que me mandaron en el trabajo eventual de todos los veranos. Gente que más o menos conocía de otros años, excepto Pedro. Él era un fijo de años, llevaba mucho tiempo en la empresa pero nunca lo había visto. El segundo día de trabajo tuve que hacer horas extra por la noche y él me trajo un bocadillo de su casa porque yo no llevaba comida. Un bocadillo de jamón cocido y queso. Casi se me atragantó de la verguenza.

Llegaba a casa y no podía dormir. Llegaba al trabajo y enfermaba si no coincidíamos en el turno. Enfermaba si coincidíamos. Y más si hablábamos. Buscaba su olor como una burra. Su olor me ponía frenética.

La noche del 2 de agosto salimos a tomar una cerveza tras el trabajo. Me contó muchas cosas y me dijo palabras muy bonitas que nunca nadie me había dicho. No palabras cursis. Pedro no era cursi. A un hombre que ha estado enganchado al caballo durante años no le sale la cursilería. Esa noche nos besamos en su coche, frente a la bahía. Quedamos para el día siguiente. El día 5 se fue de vacaciones a un monasterio budista en Francia y yo le mandé una carta un día de lluvia. Lluvia en agosto. Era magia.

Cada encuentro, en los pinos de Bolonia, en el río de Las Corzas, en el piso vacío de Jerez, en la azotea de Cádiz, en las habitaciones de hoteles de Tarifa, de la Línea, de Chiclana, en su Opel Kadett, eran magia. Hambre. Quería su esencia. Sabía que acababa. Él me decía que en otra vida... no se, un tópico como un castillo, algo de otra vida, de amarnos siempre, de pertenecernos siempre.

No se nada de él. Hace dos años, en Semana Santa, le vi cruzar la Plaza. Estaba envejecido, ya debe rondar los 60 años. Era un hombre muy guapo, tenía ojos azules de acero, el pelo al uno casi blanco, tenía dientes postizos, pero no se le notaban. Tenía cicatrices terribles en el abdomen. Fuimos animales que se encuentran y , tras la lucha, se dejan cicatrices de por vida.

Escuchamos Heroin de Lou Reed camino de un día de playa en Bolonia. Hizo una larga disertación, en su viejo Opel, sobre el caballo, sobre su abstinencia, sobre budismo. Sobre renacer tras estar medio muerto, desahuciado en vida. Parafraseando a Machado, decía que era un viejo olmo herido por el rayo y que había florecido conmigo.

viernes, 26 de septiembre de 2008

El estudiante carismático

Cuando conocía a Jóse, él estaba en el último año de Medicina. Pero no se si ha llegado alguna vez a ejercer. Sé que también dió clases de Educación Física. Y que le gustaba el teatro, creo que hizo algo.

Precisamente el teatro me acercó a él. Era de los asiduos al garito de la pandilla radikal, aunque él no era de los excesivos. Una vez le vi con pañuelo palestino, acudía a fiestas solidarias, todo eso, pero sin fanatismos.

Qué guapo era el condenado. Y qué piquito tenía, llevaba a las nenas de calle. Así que la noche que se me acercó en el garito y me preguntó por mi grupo de teatro y se interesó tanto por mi monólogo... ese día ya me tuvo en el bote para siempre jamás.

Mantuve mi dignidad, no obstante. Aunque babeara por dentro, fui digna y circunspecta. Una noche me invitó a su casa a ver una película de Lubitsch. Yo le había confesado que no conocía nada de ese director (desde entonces llevo a Lubitsch en mi corazón). Sentados en su sofá -un diminuto apartemento en un bajo sin apenas luz-, yo rezaba por un roce de su mano. Hubo tensión sexual, puñetero Jóse.

Fuimos inseparables durante un tiempo: cine -La naranja mecánica-, teatro, cafeterías, copas, paseos en su moto -ay, su moto-, siempre la dichosa tensión sexual a flor de piel, yo tan tímida y rematadamente circunspecta. ¿Y él? Ni idea. Él era carismático.

Por fin, una noche, le metí en mi cama. Me había acompañado a casa desde una fiesta de esas solidarias -yo tenía la tontuna de que me perdía por los callejones-, nos habíamos tomado unas copas y unos pasteles y se hizo tarde. Y en plan idiota le sugerí que durmiera conmigo, que mi cama era de matrimonio (la cama de 90 había pasado a mejor vida).

Besos, muchos. Mis tetas también. Y, mmmmm, su pecholobo. Nunca había visto tanto pelo, sólo en el pecho, una masa negra y lujuriosa. El jodío engañaba, fue una sorpresa. Carismático y peludo.

Sólo hubo besos. Después le vi menos. Un día me apareció con una de esas casualidades que amargan bastante: teníamos una amiga en común, Eva, antigua compañera del cole mía, novieta o con derecho a roce suya. Al menos eso parecía.

Dejé de verle. Le busqué de una manera un poco gimoteante. Le eché el humo en la cara en mi monólogo, supe que daba clases en un Instituto, conocí su nueva dirección -un piso rehabilitado del casco antiguo, subiéndo de nivel- y le perdí la pista. No sé que es ahora de él.

No hay canciones con Jóse. Jóse es Lubitsch para mi, la pelí que vimos juntos, en su piso de mala muerte: El diablo dijo no.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

El estibador macarra

Esb. era un chico macarra y chulillo que se coló en una fiesta. Entró con otro colega, llevaban una radio de aquellas enormes de los 80. Usamos aquel aparatejo toda la noche.

Era una fiesta en mi piso de estudiante. Lo compartía con tres amigas, aún sigo unida a ellas, viven cerca, las quiero. Hacíamos muchas fiestas allí y entraba todo Dios. Esb. se sintió cómodo inmediatamente. Hizo un escrutinio del personal y echó sus redes. Primero fue a por una de las invitadas, pero era demasiado tímida. Luego se metió en mi cuarto. Yo creo que me olfateó.

Una de esas fiestas memorables donde los invitados acaban derrengados. Yo acabé derrengada también, en mi cama con un macarrilla moreno y resultón a mi lado. Vestido. Me hice la dormida. Me dio besos en el cuello. Me abalancé sobre él.

Desnudo la noche siguiente. Fuerte. Me dijo que trabajaba en el puerto. Llevaba un tatuaje en la espalda en la época en que tatuarse no era moderno. Follamos como salvajes. Era un macarra salvaje. Me puse con la regla esa misma noche. No le importó la sangre, mi sangre empapó las sábanas. Era sexo sucio y reconfortante.

Me fue a buscar otra noche al garito del grupo radikal con k. Llovía, estaba enfadado no recuerdo por qué. Hablamos bajo mi paraguas, en el callejón. Alguien de mi grupo me fue a buscar, escamado. Esb. escamaba a la gente. Su pinta de macarra escamaba a todos, a mi me excitaba.

Mi amiga Ana me dijo que no le daba buena espina. Y si mi amiga Ana, que era surrealista y tenía amantes raros, desconfiaba, era mala señal. Una noche, Esb. llamó a mi piso de madrugada. No le abrí. No volví a verle.

Nadie sabe esta historia completa. Nadie sabe las dos noches espléndidas que tuvimos en mi casa. Ni que pasé de él desvergonzadamente. Por miedo. Por verguenza de su pinta de chuloputas.

En esa época yo escuchaba muchos tangos. De Gardel, Tomo y obligo, me recuerda a él.

El grupo radikal con k

Ya solo recuerdo a cinco personas del grupo radikal del que formé parte en los primeros años de Universidad. Dos hombres y tres mujeres. Recuerdo sus nombres y recuerdo sus rasgos. Les veía casi a diario. Nos solíamos reunir en mi piso y en un garito de una calle húmeda y oscura.

Nos reuníamos para cambiar el mundo. También para emborracharnos y bailar. Era gente amable y risueña. Con ganas de currar. Eran los tiempos del MiliKK, íbamos a protestar a la puerta de la base de Rota, apenas un par de años antes fue la movida anti-OTAN. Y aquella huelga general del 17-D o algo así. Me pasé una noche y un día entero en vela haciendo el paripé de formar parte de un piquete... batallitas.

Aquel grupo hizo cosas, un fanzine, pegadas de carteles, manifestaciones, sentadas, cortes de carretera... yo casi las he olvidado. Pase por aquellas movidas con emoción y apasionamiento pero había una parte práctica que nunca se me dio bien. Cambiar el mundo también es burocrático.

En realidad yo estaba allí por Pako, pero Pako vivía en otra ciudad y le veía en las concentraciones de Rota, una vez en Madrid, poco más. Igual que a Fran. Fran también vivía en otra ciudad y rulaba con su correspondiente grupo radikal. La peña se veía en las grandes movidas. Era un poco sectario.

No le tengo querencia a los grupos. Una de las de aquel grupo mío se folló a Pako casi en mis narices. En la habitación de al lado, con la puerta entornada. La muy hijadeputa sabía mi estado amoroso, yo lo proclamaba casi a diario. Son cosas que no se perdonan. Pasé mucho del grupo desde aquel día. Soy rencorosa.

A las mujeres no las he vuelto a ver. Uno de los hombres es abogado y a veces ha salido en el periódico. El otro vive en esta ciudad y me lo cruzo por la calle, pero me hago la tonta. Ya no visten los pañuelos palestinos, tampoco es que se hayan aburguesado, eso creo. Tampoco me importa mucho.

Solíamos botar mucho con Los siete enanitos de La Polla Records.

martes, 16 de septiembre de 2008

La voz tras el teléfono

Javi comenzó siendo una voz tras el teléfono. Cada día, a veces por la mañana, a veces por la tarde, según mi turno. Una voz agradable, flirteábamos, era un trabajo aburrido el de aquel verano mío. Julio y Agosto de 1988. Había mañanas en que le escuchaba al teléfono a las siete, era divertido.

Quedamos una tarde, me recogió en la puerta de unos cines que ya no existen. Le gustó mi pelo, que ese verano llevaba teñido de henna; le gustó mi vestido verde. Ese verano yo me parecía a Carmen Maura en La ley del deseo.

Con Javi follé por primera vez en un coche -no recuerdo qué coche tenía, uno corriente- Y en un hotel. Mis amigas me dijeron que no era guapo, pero a mi me gustaban su boca, sus pecas, tenía -tiene- un buen cuerpo, más alto que yo. Javi estaba orgulloso de su polla, me gustan los hombres que se vanaglorian de su polla y se pasean por la habitación del hotel luciéndose. No me parece engreimiento. Es gloria bendita. Yo le recompensaba con mamadas de lujo. Él me juraba que era la mejor mamadora del mundo.

Yo pensaba que aquel verano acababa con novio. Javi era un muchacho muy normal, muy corriente, yo fantaseaba con un novio normal: cenas, copas y folleteo en un descampado. Javi me dio excusas absurdas, ni me acuerdo. Volví a la Facultad y dejé de verle.

En Navidad me llamó, me pidió quedar. Yo ya andaba con otros amores, me dijo que quería reanudar nuestra relación del verano, me quiso meter mano -¿era un Ford?-, hubo un instante en que pasé miedo. Javi era un caballero. Me dejó en casa, sin un beso de despedida.

Volví a verle en mi trabajo actual. Él ha prosperado, tiene su empresa, está casado, tiene tres hijos. No está gordo, ni calvo, ni envejecido. Nos alegramos de vernos, no hubo ni el más mínimo flirteo, pero esta vez sí nos besamos.

La única canción que me recuerda a Javi es Sabor de amor, de Danza invisible. Fue un éxito en el verano del 88.

El grupo de teatro (aficionado)


Éramos un grupo pequeño, el director y su novia-ayudante, Juan Carlos, Jesús, yo... seguro que había más personas pero no las recuerdo. Nos reuníamos cada sábado durante dos años, mis dos primeros años de Facultad. Contacté con ellos por un anuncio y participé en un único montaje teatral.

Fue un sueño cumplido. El primer año lo pasamos aprendiendo. Términos que nunca había oído: ortofonía, Stanislavsky, construción del personaje... cosas así. La teoría no me gustaba. Pero sí hacer el payaso. Y declamar en voz alta. En mi familia no hay actores pero sí grandes exhibicionistas.

El segundo año fue el del montaje. Ensayos en mi piso. Yo era la absoluta y única protagonista, era un monólogo, mi sueño dorado. El centro único de atención. Un orgasmo de una hora.

La obra no gustó, era pesada y lenta, pero a mi me dieron buenas críticas, más bien alabaron el valor que había tenido, que un monólogo es tarea de titanes, etc, etc. Yo solo recuerdo que allí en el escenario me deseaba y deseaba que el público me deseara. Era lujuria escénica.

Al final, en la última escena, yo me fumaba un cigarrillo mirando al público a los ojos. Jóse estaba en primera fila. Le eché el humo a la cara. En escena sonaba el "Lacrimosa" del Requiem de Mozart.

lunes, 15 de septiembre de 2008

El hombre importante

Tampoco pondré su nombre porque era un hombre importante. No lo escribo con sorna, era, para mi pequeño mundo hace veinte años, realmente importante. Ocupaba un alto cargo en la Universidad. Fue divertido contárselo a mi amiga. Un hombre importante!!!!!

Qué atractivo era. Los hombres importantes no suelen tener tan buen tipo, un poquito calvo, solo eso. Miraba con lascivia, no indagué mucho sobre él pero creo que también era un asaltacunas, como su amigo el profesor. Me encantó ser objeto de aquel asaltacunas importante. Es ciertamente glorioso ser objeto de atención de un hombre que maneja a diario asuntos de extrema importancia. Y que se codea a diario con otras personas importantes como él. Es alimento para el ego. Pura vanidad, cosa que convenientemente disciplinada, es agradable.

Lo conocí en una fiesta, me dió sus dos teléfonos -el de sus dos despachos- y me alentó a que le llamara. Dos meses después le cité, de nuevo en otra fiesta. Una copa y muchas bromas por mi parte. No pensaba dejarme aturrullar por su importancia.

Tenía chófer. Qué emocionante. Bailamos. No paré de bromear. Me besó y seguía teniendo los ojos libidinosos, cada vez más.

En mi piso le mostré mis plantas y le restregué cómo vive una humilde estudiante que tira de los ahorros de su trabajo eventual del verano. Mi habitación de posters clavados con chinchetas con cama de 90. Le recordé mis ideas radikales con k. Me desnudé y le restregué mi cuerpo joven y sé que le gustó.

Le llamé un par de veces pero no volvimos a citarnos y no quise insistir. Le vi en un par de ocasiones, dos besos en las mejillas y nada más. Ya no tiene el alto cargo aquel y no sé si seguirá tan guapo como entonces. Tampoco sé dónde vive, ni si tiene el segundo despacho.

La canción de Serrat, Una mujer desnuda y en lo oscuro es la que bailamos la noche de nuestro encuentro.

Encuentro aquel nombre


Encuentro aquel nombre que hace tiempo
yo repetía a diario
lo distingo entre letras, en la página seis,
nombre y apellidos que manchan mis dedos,
mezclado con otros nombres,
segunda línea, segunda columna,
una noticia breve que mancha mis dedos,
quince, veinte frases pensadas anoche,
ocurridas ayer,
vocales y consonantes trivialmente unidas
que me resumen sin apartes
diez años de una vida.
¿Dónde, en qué palabra clavé mis uñas?
¿En cuál se desprendió mi memoria?

En mi ciudad, muchos años después de mi encuentro con el profesor.

viernes, 12 de septiembre de 2008

El profesor

No pondré su nombre. Él me dió clase el primer año de Facultad. Tenía algo más de 50 años, barba canosa, tenía carisma. Para mí tenía carisma, para otros era un viejo verde borrachín. A mi me gustó desde la primera clase y yo tengo constancia de que le gusté a él. Así me lo dijo, y que se situaba de forma estratégica en el aula para verme mejor las piernas.

En aquella época yo alternaba con el grupete radikal con k de mi ciudad y vestía de la manera preceptiva: vaqueros ajustados, largas bufandas, pañuelos palestinos -como los que se llevan ahora pero con menos glamour-. Llevaba el pelo suelto y salvaje, las cejas sin depilar, grandes aros en las orejas. Creo que daba morbo.

La borrachera de una fiesta en la facultad nos llevó a la cama, a mi profesor y a mi. Sólo besos. Ya dije que además de cincuentón bebía mucho. Pero a mi me bastó: era un sueño cumplido, me estaba enamorando de mi profesor carismático, viejo y borrachuzo. Era un deseo ambivalente, deseo de protegerle, deseo de ser amada e instruida.

Nos citamos varias veces pero no pasamos de besos. Una noche en un bar él me dijo: Un día de estos tenemos que follar. Pero yo no le creí. Una tarde, en otro bar, compitiendo por ver quien bebía más, pillé una tagarnina de muerte. Conversábamos mucho. Fumábamos mucho. Hubo ternura, ningún mal momento.

La historia se fue deshaciendo según avanzaba el curso, para primavera yo me limitaba a buscarle ansiosa por los pasillos, alguna vez en su despacho, regalarle poemas míos y libros de otros. Cada año él se buscaba a alguna alumna con la que acostarse, eso me decían. Yo nunca me sentí mal con él.

Hace un par de años conocí su hija, creo que tiene unos 10 años menos que yo. Coincidimos en el mismo trabajo, ella estaba haciendo una sustitución. Descubrí su parentesco de manera casual. Ella me contó que su padre ya estaba jubilado, que había dejado de fumar, que estaba un poco depresivo. Le di muchos recuerdos de mi parte.

La madrugada que pasamos juntos en mi piso, tras aquella fiesta, puse en el cassette una cinta de música clásica que me gustaba. "Che faro senza Euridice?", aria de la ópera Orfeo y Euridice, de Gluck.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Mi amiga surrealista



Entre 1986 y 1992 Ana fue mi compañera de facultad y una buena amiga. Quiero escribir sobre ella porque estuve muchos años sin verla y un día de hace cuatro veranos la encontré por pura casualidad mientras esperaba el autobús. De esa forma me enteré que Ana vive en Madrid y que había bajado al Sur para ver a la familia. Iba acompañada de uno que me presentó como su marido. La encontré demacrada. Hablamos demasiado poco. Dijimos tres o cuatro obviedades y, lo que me resultó muy incomodo, no se interesó por mi hijo, que tenía entonces tres años y estaba a mi lado. Tras despedirnos, me sentí llena de frustación, joder, allí iba mi amiga y no habían saltado las chispas que se suponen debían saltar.

Ahora me referiré a ella en pasado, porque así es como la quise: Ana era exhuberante. Alta, rubia, tenía unas tetas espléndidas. Yo pensaba al verla: Hija mía, llegan antes tus tetas que tú. Era como una walkiria. Me gustaba como vestía. Yo jamás me habría atrevido a vestir así. Se inventaba la ropa y despreciaba la moda. Y marcaba tetamen sin importarle que la miraran.

Y de hecho la miraban. Tuvo muchos amantes, ella despreciaba la palabra novios. Disfrutaba del sexo alegremente. Y, lo mejor en lo que a mi respecta, me contaba sus líos amorosos siempre riendo. Imagino que algún tipo algún día le partiría el corazón, pero a mi nunca me lloriqueó.

Con ella pasé juergas inolvidables. Tenía el don de crear la frase brillante que utilizaríamos toda la noche como un himno. Creó frases de antología, pero aquí no las escribiré. Era cachonda, atrevida, audaz, ingeniosa. Era mi amiga surrealista. Luis Buñuel era uno de nuestros iconos. Recuerdo la tarde en que vimos en su casa La edad de oro. Risas, deslumbramiento, adoración por el mítico aragonés.

Casi al final de la carrera se volvió más seria. Estudiaba más y salía menos. Dejamos de salir juntas. Tenía entre manos la tesina, consiguió becas de investigación, se encerró entre libros y se volvió un poco obsesiva con aquello. Después yo acabé la carrera y me fui a otra ciudad. Y no me preocupé por conseguir su teléfono. Hasta que la encontré de pura casualidad en la parada del autobús.


miércoles, 10 de septiembre de 2008

El estudiante de Medicina

El año antes de irme a estudiar fuera conocí a S. Estaba en primero de Medicina. Sentí inmediatamente una atracción brutal hacia él.

No era guapo, ahora debe estar calvo por completo. Además, era bastante pijo, impertinente y mentiroso. Pero rezumaba morbo. Era el típico tipo que está deseando follar pero va de sibilino. Me recordaba a una serpiente. Me apetecía follarme a una serpiente.

El día que lo conocí no hubo acercamiento alguno, sonrisas, tonteos y calentura muy disimulada por mi parte. Dormimos en el mismo cuarto, separados por un pasillito entre dos camas. Un cuarto en el piso de estudiantes de mi amiga AB. Se suponía que S. tenía piso pero se las arregló para pasar la noche allí, con nosotras. Me divertía y excitaba esa situación pero yo aún era virgen y no sabía cómo hacer para acercarme a un tío y tirármelo.

Al año siguiente yo ya vivía en mi propio piso de estudiantes. Una noche lo encontré casualmente y de nuevo, como el que no quiere la cosa, se coló en mi cuarto. Le enseñé fotos antiguas. Acabamos revolcándonos en mi minicama. Era un tipo morboso y me ponía hirviendo. Me lo pasé bien con él y me quité la espinita que tenía.

Lástima que tenía novia y no volvimos a quedar. A mi me duró el calentón una temporada. Imagino que será médico en algun centro de salud. Imagino que andará con su bata blanca echándole los tejos a las enfermeras y follandose a la que se vaya dejando.

Los ángeles no tienen hélice, de El último de la fila, es la canción que escuché el día que le conocí. Invariablemente me recuerda a aquella noche en que un pasillo nos separaba y yo ardía de deseo.

martes, 9 de septiembre de 2008

En las noches de líquidos y ruido

I
En las noches de líquidos y ruido,
frías noches de esquinas desconocidas,
bailábamos y bailaban los nombres
de las calles y los bares.
Tu mano se alejaba,
innacesible mano de siempre.
Yo te seguía,
acechaba tu sonrisa entre los vasos,
robaba retazos de tu aliento
con pretextos de secretos o encuentros casuales
o repentina ternura,
detrás de ti porque tenías muchos rostros
más claros, más historias sorprendentes
en las que perderte de felicidad.
Sólo en la bruma de la madrugada,
cuando el ruido dio paso a Mozart
y tu calor ansiado fue cercano, habitable,
pude ocultarme a tus ojos,
abrirte la piel,
trepar, ascender hasta la boca del volcán,
hasta la misma orilla del fin.

Pero apenas fue un triste roce,
un ambiguo rito de creación.
Y ya cerrábamos los sentidos sin morirnos
y desaparecían las rosas que te coronaban.

II
Más tarde llegó el beso extraño,
el abrazo insolente.
Con lástima cruel por mi parte,
con restos encelados y ganas de olvidar.
Suelo recordarlo,
el abrazo insolente pero cálido,
la hiel congelada y los sentidos fluyendo,
agarrada a besos
que no pretendía conocer, ni volver a encontrar,
ni evocar.
Y ya ves, a menudo la recuerdo,
la caricia insolente, extraña y avara
robándome la camisa, la espalda,
en susurros mi pérfido sentimiento de triunfo.

En Cádiz, año 1988, amando a Pako, recordando a Fran.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Lo menos casual

En los Carnavales de 1989 tuve un feliz encuentro casual. Aquel año yo estaba intentando leer Rayuela, a menudo recordaba el principio y estaba preparada para encuentros casuales. Como es lógico no los tenía y eso me ponía melancólica. El sábado de Carnaval de 1989 tuve un encuentro casual que me hizo sentir como la Maga.

Porque casualidad mágica fue encontrar en plena multitud de la Plaza San Antonio a los dos recien llegados de Granada que más quería encontrar. Era Pako, al que ya estaba dejando de querer. Y era Fran.

Lloré de alegría.

Me he encontrado con Fran muy pocas veces. Le conocí en octubre del 88, en Granada. Me metió mano una noche en que yo navegaba en el rencor y terminamos echando un polvo que me gustó. Fran era -es- de un pueblecito minúsculo de Granada. Medio punk, vestía de negro, ojos verdes, dientes estropeados, afectuoso pero contenido. No se mucho de él. Estudiaba la misma carrera que yo, pero cursos más avanzados. Tenía un marcado acento del Oriente andaluz. Era reservado, poco hablador.

En los Carnavales de 1989 fui su guia, suya y de Pako. Me gusta mucho hacer de guia. Y nadaba en mi salsa, Cádiz, Carnavales, un punto justo de borrachera. A Pako le dio la vena poética y pidió ver el mar. Le llevé al Campo del Sur y allí bajó a los bloques y flipó. Mientras Fran me metió mano. Fran era el mejor metiendo mano. Era callado pero besaba y sobaba que daba gloria. No paró hasta llegar a mi piso. Allí saboreé mi dulce y tonta venganza. Fran para mi, ya no te quiero, Pako.

Meses más tarde volví a encontrarme con Fran en Granada. Esta vez él fue mi guia por la Alhambra. Luego nos emborrachamos en las Bodegas Espadafox. Pero no llegamos ni a darnos un beso de despedida. Ya no lo he vuelto a ver.
A menudo le recuerdo y a menudo pienso que volveremos a encontrarnos; otro encuentro casual.

En el principio de Rayuela se puede leer: ... y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas previas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.

jueves, 4 de septiembre de 2008

El primer encuentro inesperado

El encuentro inesperado que una siempre sueña. Fue en 1987. Agosto. Yo, aturrullada tras salir del trabajo eventual de todos los veranos. Pensaba en Pako, quería encontrarlo.

En plena calle, yo caminaba esa tarde guerrera, espalda recta, culo erguido, mirada desafiante, me abordó el otro Paco, éste con c normal y corriente. Qué guapo era -es- el cabrón. Me invitó a una cerveza en el Parque y me regaló el oído. Me dijo que le había llamado la atención mi cuerpo, mis andares, eso, mi caminar pidiendo guerra.

Pocos días después perdí la virginidad con él, a los 19 años. Mis primeros besos en serio, mi primera desnudez, en su piso, con tardes de intenso calor. Era un piso orientado a poniente, la última onceava planta: un horno.

Yo creo que follaba bien. Él, me refiero. No yo. Yo estaba demasiado concentrada en dos cosas para follar bien. Una, la sorpresa de que ESTO me estaba pasando a mi, con un absoluto desconocido, guapo a morir. Dos, las ganas que tenía de tener novio, las ganas de que fuera éste, que follaba bien a mi entender. Tanta literatura.
Duré un mes con él. Me enseñó a mamársela y un par de días después no me dejó entrar en su casa.

Luego, años más tarde, pude renovar aquel encuentro. Tuve dos ocasiones para hacerlo, llegamos a citarnos. Por diferentes motivos no pasó nada, sería aburrido explicarlos, pero me quedé con las ganas. Ganas de decirle con hechos: "Gilipollas, mira qué bien follo ahora. Si hubieras tenido paciencia, te habrías llevado a la mejor. Imbécil."

Lo cierto es que estaba bueno pero era pedante y con poca sustancia. Me lo sigo encontrando por la calle. Tiene una hija pero sigue soltero. Le saludo muy simpática siempre.

Esta es la única película que vi en el cine con él. Dentro del laberinto y David Bowie me recuerdan a Paco. Me pasé toda la película deseando que me metiera mano, pero no cayó la breva.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

El vendedor de pulseras

En 1986 conocí a Pako, con k -él utilizaba la k por sonar a cosa radikal, en aquella época era cosa trasgresora-. El tiempo que supe de su vida fue estudiante de COU, vendedor callejero de pulseras, monitor de actividades infantiles, activista político radical -con k- y finalmente sé que estudió para fisioterapeuta. Ahora no se qué hace.

Yo adoraba en sentido literal a Pako y él se dejó adorar todo el tiempo que pasó conmigo. No éramos novios, ni mucho menos, éramos coleguitas, durante unos años yo fui su mejor coleguita. Me acosté con él en dos ocasiones, las dos un desastre, absolutos desastres.

Probablemente el rencor es lo que más me sale al escribir sobre mi Pako de mi alma. El hecho de que día si, día también tu coleguita amado te cuente sus penas amorosas con tipas más feas y masculinas que una misma alimenta el rencor. Ver su cara tan preciosa mirando extasiado a una rubia de habla fina -castellana-, alimenta el rencor más aún. Escucharlo follar en la habitación de al lado con una feminista medio machorra -y pasárselo mejor con ella que conmigo, que estoy más buena- agrava el rencor acumulado.

Y no debería ser así. Pako era -es, aunque ahora un poquito barrigón- muy guapo: rubio, alto, patas largas, manos diestras, labios carnosos y bien dibujados. Tocaba la guitarra y derretía a las nenas -jipis-. Tenía un pico de oro. Militaba en grupetes radicales -con k- y defendía los ideales revolucionarios que a las chicas de COU encandilan. Ecologista, okupa, artesano, aventurero, carismático.

Vive en otra ciudad, hace más de dos años que no le veo. Que yo sepa tiene un hijo. A su madre si la veo con cierta frecuencia, es una mujer muy agradable. Hubo un tiempo en que en mis fantasías la llamaba "suegra", cosas del primer amor.

Cádillac solitario es el tema que más me recuerda a Pako. La cantó una noche a la guitarra. Yo era un charquito de babas a sus pies. Fue en 1986, o 1987.

martes, 2 de septiembre de 2008

Lo privado, lo público

Hace un año comencé un blog que suprimí para empezar otro que suprimí para empezar éste. Siempre me encontraba con el mismo problema: deseo explicarme, escribirme -de hecho el blog es un diario, querido diario-. Pero bien por timidez -absurda- bien por incapacidad, los textos acababan siendo engendros crípticos que ni yo misma podía entender.

Mi idea es escribirme, como ya he dicho, y escribir sobre la gente que ha pasado y ha ocupado lugares en mi alma. De ahí mi nick, el nick antiguo y muy usado de roxanne. Cada persona en el trato que en su momento tuvo conmigo fue la única. Con nadie les quise compartir. Les debo, por tanto, un pequeño homenaje escrito. Esa es mi intención, además de la siempre dichosa, reconfortante sensación del recuerdo.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Hace 5 meses yo era roxanne

Hace 5 meses encontré a E. en la selva de un canal de BDSM del IRC. Llevaba entrando un par de días por la noche. No es un canal que frecuentara, porque es, como digo, una selva. No estoy muy ducha en charlas de chat, aunque ya no cometo los errores de principiante.

Mi nick era roxanne. I won´t share you with another boy, me decía cuando me entraba alguna frase interesante.

En los chats no abundan las frases interesantes y en los específicos de BDSM aún menos, ya que las conversaciones privadas giran en torno a la caza de la hipotética sumisa. Ahí todos vamos de caza. O a ser cazadas.

Como es habitual, alguna noche despunta un escrito, un saludo interesante. Mi nick es lo que tenía. Todo aquel que conociera la canción me preguntaba por ella y así se podía tener una charla civilizada sobre los gustos musicales de cada cual. Algunos lo estropeaban pidiendo el messenger con impaciencia; a otros, la impaciencia les comía cuando les indicabas que no querías tener Amo en estos momentos. Tuve la fortuna de no encontrar demasiados maleducados.

E. tenía hace 5 meses un nick bastante anodino pero no fue vulgar su saludo. Desde aquellas primeras palabras me echó el lazo. Como un magnífico Señor de Gor se lanzó a la captura de aquella roxanne que andaba dando tumbos. Ya no me soltó, benditos 5 meses.